Ventanas a Europa - opening

Friday, May 5, 7pm
Casa Europa, San Francisco 23
Free

Ventanas a Europa - opening

“Ventanas a Europa” fue una propuesta en el ano 2010 al Ministerio de cultura del
gobierno de España con motivo de la presidencia Española. La muestra entro a formar
parte de la programación cultural del gobierno de España en su periodo de presidencia de
la UE.

La exposición se inauguro en la sede de la UE en el Berlaymont, la exposición la presento
el comisario Joaquín Almunia y el embajador de España Carlos Gómez Múgica. En
aquella ocasión la exposición constaba de 27 lienzos, uno por cada miembro de la Unión.
La exposición permaneció en el Berlaymont durante un mes.

Ese mismo año la exposición “Ventanas a Europa” se presentó en la Galería Brody House
de Budapest representada por la Embajada de España en Hungría, siendo en esta
ocasión en embajador Enrique Pastor de Gana el que inauguro la exposición. La colección
constaba de 12 cuadros y La duración de la misma fue de un mes.

En 2011 la exposición se traslado a la galería Progress de Belgrado (Serbia) patrocinada
por la Embajada de España, con el embajador Iñigo de Palacio España y el representante
de la UE en Serbia, Vincent Degert. La colección constaba de 12 cuadros en esta ocasión
y la duración también fue de un mes.

En 2013 - Ventanas a Europa - se presentó en la sede de la Unión Europea en Bucarest
siendo inaugurada por la representante de la UE en Rumania, Iulia Deutsch. La colección
constaba de 12 cuadros y su duración fue de un mes.

“Siento nostalgia de Europa” decía Milan Kundera, y aclaraba “y si me preguntan cómo
puede alguien experimentar esa sensación hacia algo que aún no existe, responderé que
se puede cuando se trata de algo que se desea intensamente”. A Ima Montoya se le
planteó ese mismo sentimiento de forma inesperada. En su caso el zarpazo de la nostalgia
no vino de desear algo, sino de darlo por garantizado. Tan natural nos resulta Europa que
sólo la descubrimos, la necesitamos, cuando nos falta, como le pasó a Montoya durante
su estancia en Japón. Allí probablemente se sorprendió de sus propios sentimientos
cuando constató que “nere etxea”, mi casa, era más grande que su Erandio natal, su
Madrid vital o su Londres conyugal.

Su casa era Europa, la Europa de los ciudadanos, la del plebiscito diario, la de las
vivencias cotidianas. No en vano la gente, la vida, las calles, han sido constante
inspiración de esta pintora durante toda su trayectoria. Con ocasión de una de sus
exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Moscú, se dijo de Ima Montoya que era
como el centauro al que se había referido su maestro Oteiza al escribir sobre la mutación
que experimenta el artista cuando cruza las fronteras. Entonces percibe, recibe, se
transforma y, como resultado, deja una huella muy diferente de la que cabría esperar
cuando inició su viaje.

Y en esta exposición, Montoya deja su huella en unas obras en las que ha recogido
diversos momentos de vida en varias ciudades europeas. En cada una de ellas se percibe
un espacio que trasciende el reducido espacio del lienzo; pero también se recoge un
marco temporal que no es estático, sino dilatado hacia el pasado y el futuro. La vitalidad
de esta pintora vasca es desbordante y, en efecto, no permite que sus obras sean fotos
fijas. Muy al contrario, en ellas ocurren cosas y el espectador puede adivinar sin mayor
dificultad, al mirar cada escena, qué ha sucedido antes y qué va a pasar en los próximos
minutos. Se diría que cada obra es un fragmento de cine, en pantalla de 2m x 2m y sin
proyector. Cuando uno se asoma a cualquiera de los lienzos, siente ganas de dar unos
pasos más para sentarse en esa terraza, pedir un café y escuchar más de cerca las
conversaciones de quienes le rodean; o para unirse a ese paseo por unas calles que todavía
huelen a lluvia, y conectar el i-pad para escuchar completa esa canción cuyas estrofas
ha dejado flotando la artista en el aire tranquilo y fresco de la noche, o en la cálida quietud
del mediodía. Uno mira al cuadro y quisiera abrir un balcón para que entre de golpe toda
esa vida que tenemos tan interiorizada que no pensamos que la vayamos a echar en falta,
pero que constituye una aspiración casi inalcanzable para otros menos afortunados. Esos
otros piensan en estar en esa playa, en ese balneario, en ese café, y en tener “Una vida
normal”. Y sienten nostalgia.
Javier Garcia-Larratxe

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