por Oscar Plazola
A algunos les gustan las nuevas tendencias, pero yo prefiero las viejas corrientes.
-Pancho Gas
Mi única terapia de theta fue en el metro, entre las estaciones de Bellas Artes y Pino Suarez: el vagón se bamboleaba, en un abrir y cerrar de puertas quedé atrapado entre las tetas de dos señoras voluminosas que se campaneaban al vaivén del popular transporte colectivo, conmigo como jamón de la torta. Por supuesto una sensación nada agradable, ¿qué podría tener de agradable viajar en una lata de sardinas?, por muy sardina que seas.
Desde que a San Miguel le otorgaron el título de “pueblo mágico”, todos los días o casi todos, como por arte de magia, aparece algo nuevo, unas veces nos enteramos otras no: un nuevo negocio, tres nuevas casas, ocho nuevos edificios, un nuevo balneario, un nuevo campo de golf, etc. De repente llega un nuevo gurú con nombre Ram Maharshi, que en realidad viene de Celaya, con una nueva terapia que te va a alivianar de todos tus males, por una módica cantidad. En fin, gracias a que vivimos en un pueblo boutique, paraíso de las bodas y el buen rollo, podemos disfrutar o por lo menos conocer las nuevas tendencias en lo que a la salud se refiere.
Hace poco cayó en mis manos una hoja de publicidad, que lamenté haber perdido antes de empezar este texto, donde anunciaban una serie de nuevos servicios en aras de la salud, nunca antes probados en San Miguel. Recuerdo que la introducción me hizo sentir un ser necesitado de por lo menos dos de los servicios enlistados. El exceso de cuentas por pagar me volvió a la realidad y me convirtió en un ser necesitado sólo de un servicio, la pregunta era: ¿cuál de todos? Decidí hacer una selección a partir de costos y la lista se redujo a dos: Theta healing y Masaje del faraón. Mi ignorancia sobre las nuevas tendencias, no me ayudaba a tomar una decisión, así que apelé a mi sentido común y opté por el Masaje del faraón, por mi experiencia en el metro de la ciudad y para sentirme dios por un momento. Ahora sólo tengo que juntar la guita y esperar que cuando la tenga el negocio aún exista y no haya desaparecido ya, como muchos de esos nuevos negocios que llegaron al pueblo.
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Oscar Plazola, músico, poeta y escritor echado a perder, el poeta mexicano Benjamín Valdivia lo bautizó como decidor de historias urbanas y a su obra como urbanciones. Es relativamente fácil encontrar en su trabajo la influencia de autores como Chava Flores, Jaime López o Joaquín Sabina, incluso de poetas como Ricardo Castillo, Efraín Huerta o Nicanor Parra. Sin embargo, es un autor con voz propia que no reniega de la tradición de los inconformes y antisolemnes. Somos la noticia, somos estadística, un grano en el culo del gobernador, la mancha en la historia que no se platica, un desposeído que Dios olvidó (Desheredado universal) La ciudad y sus letras van juntas con voz desenfadada y provocativa, basada en la propia experiencia y en la propia percepción de un Mundo parajódico. Nómada entre conglomerados urbanos que ama y detesta al mismo tiempo. La carga crítica de su obra está, sin embargo, aligerada por la acción de los ácidos de la ironía, el humor y la burla que, en ocasiones, ejerce contra sí mismo. Y ya en las puertas del cielo, San Pedro no se portó, aquí no puedes entrar, vete al infierno mamón, aquí no tienes lugar, eres un pinche peatón (El alma de un peatón) En síntesis, autor arriesgado y despreocupado que ha mezclado sus vivencias y su visión del mundo para crear un estilo simplemente diferente.
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