por Roxana Orué
Ante todo, recordemos lo que Forbes significa. Allá por 1917, el joven inmigrante Bertie Charles Forbes fundó una revista especializada en negocios y finanzas en Estados Unidos —la revista Forbes—. Esta ganó prestigio internacional al publicar la lista de las personas más ricas de Estados Unidos y del mundo basándose en datos obtenidos a partir de exhaustivas investigaciones. Con los años B. C. Forbes dio nacimiento a una compañía editorial y amplió sus horizontes de interés a ámbitos como el de las comunicaciones, la ciencia, la política, las leyes, etc. Actualmente cuenta con publicaciones en veinticinco países del mundo, México entre ellos.
Pues bien, Forbes México reconoció a Gilda Pontbriand como una de las cien mujeres más poderosas de México en 2018 (el articulo de Forbes). La declaración general dicta que: «Estas mujeres poderosas destacan por la forma en cómo se han abierto camino en sus terrenos profesionales con maestría y pasión». Escudriñando los motivos más específicos trataremos de dar respuesta a la pregunta con que se titula este artículo. ¿Por qué a Gilda Pontbriand?
Podría ser porque apenas un año después de iniciarse profesionalmente en la pintura ganó sus primeros dos premios. O quizá porque esos premios se multiplicaron a nivel nacional e internacional en el futuro llegando a sumar veintitrés. O tal vez porque a estos se añadieron once más en fotografía, resultando entonces en treinta y cuatro distinciones en total. Sí, esa sería una razón valedera.
Si este argumento no fuera del todo convincente, podríamos sumarle más de ciento cincuenta exposiciones en diferentes países del mundo; dos reconocimientos del Gobierno de Canadá y el Premio Ohtli del Gobierno de México por su trabajo voluntario y por la donación de más de setenta de sus obras a eventos de recaudación de fondos para ayudar a personas, organizaciones o países en necesidad.
Este resumen de apariencia matemática fría, tiene un trasfondo muy humano porque detrás de esos premios encontraremos obras y acciones impregnadas de matices naturales, sociales, espirituales y hasta históricos. La pintura de Gilda Pontbriand, de colores luminosos e intensos, está llena de simbolismos que reflejan la unión de los seres humanos y la naturaleza (tanto una mujer es un árbol, como un árbol es una mujer; o una flor expone toda su belleza mostrando en su centro un rostro humano) y nos presenta entes que parecen comunicarse con un mundo incorpóreo que invita a vivenciar el misticismo. Otros cuadros de apariencia abstracta convocan nuestra identidad latinoamericana ya que se remontan a centenares de años atrás en la historia de México para rescatar elementos de las culturas mayas y aztecas, y traerlos al siglo XXI en un viaje en donde ambas épocas se entremezclan en cada lienzo. ¿No son estas magníficas justificaciones para que la autora se haga acreedora de este valioso galardón?
Pero aquí no acaba la lista de los pilares con que se afianza la decisión de Forbes México. Uno de tremenda importancia es el que Gilda Pontbriand no haya limitado su vida artística a la creación de sus propias obras, sino que haya compartido sus conocimientos iniciando a otras personas en el arte de la pintura, particularmente a niños de escasos recursos.
No es ningún secreto el compromiso activo de Gilda Pontbriand en las actividades de la comunidad latinoamericana de nuestra región. Véase como ejemplo que fundó la primera Asociación de Artistas Latinoamericanos en Canadá o que es miembro fundadora de la Red de Mujeres Latinas Emprendedoras de Ottawa-Gatineau (MELOG), ha impartido talleres de creatividad y pintura en el Museo Canadiense de la Historia, el Kanata Children’s Chorus, el Ottawa School Board, el West Ottawa Children’s Chorus, entre otros. Sin embargo, es menos visible su trabajo con los niños, el cual merece una mención aparte.
De forma voluntaria y por el extenso periodo de veinte años, Gilda Pontbriand viene dando clases de pintura a niños de Canadá y México. Hace cinco años comenzó a impartir talleres de arte a niños de extrema pobreza en San Miguel de Allende, México, a través de una organización llamada Casa Esperanza. Terminadas las obras de estos niños, Gilda se encarga de promocionarlas publicándolas en Facebook con la esperanza de que alguien las compre. El total del dinero recaudado es distribuido directa e íntegramente entre esos niños en partes iguales. Más aún, ella misma se encarga de que ellos inviertan ese dinero en ropa, útiles escolares o juguetes según la preferencia de los pequeños artistas. En palabras de Gilda: «Quiero darles una lección de vida: si te esfuerzas y eres constante puedes recibir una recompensa y tendrás la posibilidad de forjarte una vida mejor».
Cuánto más no ratificaría Forbes su decisión si supiera —como lo sabe la gente del entorno de Gilda Pontbriand, donde orgullosamente me incluyo— que esta impresionante carrera y este silencioso desprendimiento de la artista ha sido logrado luchando contra la enfermedad del lupus, un mal autoinmunitario que le impide planificar su vida en forma regular. Pero nada puede contra ese inmenso corazón que la acompaña. De ahí su acierto, porque cuando el corazón genera actos de amor, los guía con sabiduría y los conduce al éxito.
Con la letra g se escriben las palabras generosa, grande, gigante, genial. Con la letra g se escribe el nombre de Gilda Pontbriand.
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Casa Esperanza
Empecé a pintar como una forma de terapia tratando de lidiar con una enfermedad crónica que en repetidas ocasiones me impedía vivir una vida “normal”. Pintaba unas horas por aquí y por allá mientras combatía la fatiga que caracteriza al Lupus. Fue cuando comencé a compartir mis conocimientos de arte con los niños de San Miguel de Allende que encontré mi verdadero propósito en la vida.
El ver sus enormes sonrisas al terminar una pintura o su satisfacción cuando los llevo a la tienda para que compren lo que quieren o necesitan con el dinero ganado de la venta de sus pinturas va mas allá de lo que las palabras pueden expresar. Mas importante que enseñarles a pintar, quiero inculcar en ellos una lección de vida: Si trabajas duro y eres constante, te espera una vida mejor.
El proyecto, que comenzó hace unos años, ha sido un éxito gracias a personas que comparten conmigo la alegría de ayudar a estas criaturas. Pongo sus pinturas en mi pagina de Facebook para que personas las adquieran. El dinero recibido se reparte en cantidades iguales entre todos los chicos y los llevo a la tienda para que compren lo que quieren o necesitan, ya sea ropa, comida, útiles escolares o inclusive juguetes. De esta forma ellos no se acostumbran a recibir ayuda o limosna, pero aprenden que son capaces de generar su propio ingreso si se esfuerzan, cosa que representa esperanza en sus vidas. Es también importante para ellos saber que alguien se preocupa por su bienestar. No solamente aprenden a pintar, pero su actitud ante la vida y su comportamiento cambia radicalmente.
Que mejor oportunidad de ayudar a estas criaturas que comprando una obra de arte con la belleza y espontaneidad que caracteriza las obras de los niños. De esta forma tomo mundo gana. Ellos, ustedes y la sociedad en general; cosa que nos ayudará a lograr un mundo mejor.
Facebook
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Gilda Pontbriand estudió artes visuales en México, Canadá y Francia.
Gilda ha obtenido 23 premios nacionales e internacionales por su trabajo en óleo, acrílico y técnica mixta y 11 más por sus fotografías.
Gilda ha recibido dos reconocimientos del Gobierno de Canadá y el premio “Ohtli” del gobierno de México por su trabajo voluntario ayudando a la comunidad y por haber donado mas de 70 obras de arte para ayudar a recaudar fondos para personas, organizaciones y países en necesidad.
Ella ha participado en 157 exposiciones individuales y colectivas en Canadá, Japón, Corea del Sur, México, Los Países Bajos y los Estados Unidos de América. Sus pinturas se encuentran en colecciones privadas, corporativas y publicas alrededor del mundo.
Su trabajo ha sido publicado en libros y revistas en Canadá, México y los Estados Unidos de América.
gildartist@yahoo.ca
www.gildarte.com
https://www.facebook.com/gilda.pontbriand.art
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Roxana Orué: Amo las palabras porque amo a los seres humanos, y por medio de ellas me siento en intimidad con quienes escriben o quienes me leen. Compartimos nuestra imaginación, nuestros pensamientos, nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros modos de mirar, de decir o de sentir. No puedo decir que leí mucho ni que escribí mucho en mi vida pero puedo afirmar que cuando lo hice me entregué por entero a esa relación que existe entre escritor y lector. No hubo nada a medias, me vinculé con cada palabra con la misma intensidad con que vivo cada segundo de mi vida.
En Perú ─mi país de origen─ en la década de los setenta, durante mi juventud, escribí poemas con miedo de no saber hacerlo. Nunca me convencieron esos escritos de modo que los escondí pensando que eso no era lo mío, que me faltaba talento. Después viví, viajé y por esas vueltas de la vida terminé haciéndome canadiense. Era 1998 cuando pisé Canadá por primera vez. Muchas cosas pasaron entonces. Una de ellas fue que el deseo de escribir poemas renació. Ese primer año en Ottawa, envié tres poemas a un concurso de poesía y uno de ellos ganó el primer puesto. ¿El premio? Escenificaron mi poema en una pieza teatral que se exhibió en la ciudad. Eso me animó a continuar escribiendo pero poco después me di cuenta que la sobrevivencia y esos problemas serios de los adultos me obligaban a dirigir mis energías a otros ámbitos. Abandoné la escritura una vez más.
Un dichoso día de 2011 tuve la feliz ocurrencia de escribir críticas literarias de los libros que leía, y hacerlas públicas en Facebook. Ese mismo año un periódico de la región donde vivo comenzó a publicarlas. En 2012 fui reconocida como nueva escritora latino-canadiense después de haber participado en un concurso literario a nivel nacional donde el cuento que presenté ─el primero de mi vida─ fue seleccionado para publicarse en una antología. En octubre de 2013 el alcalde de Ottawa me entregó un reconocimiento por mi contribución a la literatura latinoamericana en la región de la capital nacional de Canadá Ottawa-Gatineau en el marco de la celebración del Día de la Herencia Latinoamericana en Canadá. A fines de 2013 mi segundo cuento fue premiado en un concurso internacional organizado en España.
En 2014 la Editorial Mapalé lanzó mi libro A través de mis recuerdos. Mi nuevo proyecto literario vió la luz el año 2016: A tres manos. Siento que vivo un momento muy favorable como escritora, que un gran impulso me facilita avanzar. Ojalá encuentre la fórmula para conseguir que ese movimiento ─mi momemtum como dirían en inglés─ nunca se detenga.
www.roxanaorue.com
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