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San Miguel a Través de los Ojos de los Viajeros de Antaño.
Primera de dos partes

Eva Luz Villalón Turrubiates

Según nos cuenta el escritor y cronista guanajuatense don Isauro Rionda Arreguín en su libro ‘Testimonios sobre Guanajuato’, Fray Francisco de Ajofrín fue un fraile capuchino español nacido en la provincia de La Mancha en el siglo XVIII, que viajó a la Nueva España en 1763 con la misión de cobrar abonos y recolectar limosnas para mantener la misión católica del Tíbet. Llegó a Veracruz en diciembre de 1763 y recorrió estas tierras durante varios años hasta que regresó a España en mayo de 1767, después de haber cumplido su misión. Durante su viaje escribió su “Diario de viaje que por orden de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide hice a la América Septentrional en compañía de Fray Fermín de Olite, religioso lego y de mi provincia de Castilla”. El original se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid. En septiembre de 1764 Fray Francisco visitó la villa de San Miguel el Grande y este es el testimonio que nos dejó de esta visita:

“Salí de Santa Catarina al otro día por la mañana para la villa de San Miguel el Grande, que dista 8 leguas, sin hallar abrigo alguno hasta el río que está a una legua de la villa. Me afligió mucho el cansancio y sed, por pedregoso el camino y no haber agua en parte alguna. Sea por el amor de Dios. Bien es verdad que me servía de singular recreación ver tanta variedad de hermosas flores como el Creador de todo había puesto en estos campos; había muchas perpetuas blancas y encarnadas, mocos de pavo, flores de campanilla de varios tamaños y colores, rosas de difunto pequeñitas y vistosas. Pero ante todos me robó la atención una humilde yerba que produce unos montoncitos de pequeñas, delicadas y finísimas flores que llaman nubladitos, de un color muy extraño como azul, no las he visto en el reino sino en estos campos.

El río iba muy crecido y queriendo pasar, me llevaba la corriente y se me desvanecía la cabeza, con que desistí y un buen hombre me pasó a cuestas y con bastante trabajo por el ímpetu de las aguas. Llegué a la famosa villa de San Miguel el Grande el día 12 de septiembre por la tarde. Jornada, 8 leguas. Me recibió en su casa con mucho amor y caridad el capitán don Baltazar de Santo, caballero distinguido y rico, natural del señorío de Vizcaya.

Está situada esta villa a la falda de una loma, a los 272 grados, 10 minutos de longitud y 21 grados, 30 minutos de latitud; tiene inmediatas las dos jurisdicciones de Querétaro y Guanajuato, la primera por el cuadrante del sur y la segunda por el oeste. Goza de temperamento muy sano, aires benignos y dulcísimas aguas, en particular las de la fuente que llaman el Chorrillo, que está en un barrio frondosísimo y de especial diversión.

Se ha hecho de población muy crecida y rico comercio. Fundáronla en los principios españoles y tlaxcaltecas, conquistando a los indios bárbaros chichimecos que habitaban el país y así se ha quedado la población principal de españoles, mestizos y mulatos, que pasan de tres mil familias, sin el número crecido de indios del idioma otomí que tiene en sus barrios, haciendas y obrajes.

Hay una parroquia con cura clérigo que tiene sus vicarios para la administración espiritual, que es tan numerosa, que me aseguró el mismo cura que pasaba de 70,000 almas. La parroquia es magnífica y al presente están haciendo un transparente [ventana de cristales que ilumina y adorna el fondo de un altar] riquísimo, con una bóveda de entierro debajo, muy capaz y perfectamente acabada.

Se venera en el altar mayor de la referida parroquia una milagrosísima imagen del Cristo del Escarnio en el paso del Ave Rex Judecrum, que es el asilo de todos los vecinos en sus trabajos y necesidades; es devotísima y de gran majestad.

En la misma parroquia hay al lado del Evangelio una capilla y en ella se venera un crucifijo con el nombre de Las Batallas, y es tradición que le trajeron de España aquellos primeros Padres Franciscanos que plantaron la fe en Jesucristo en toda esta Provincia de Michoacán. En las paredes de los lados está de pintura antigua el martirio que cerca de esta ciudad dieron los indios fieros chichimecas a dos venerables Padres Observantes, llamados Fray Francisco Doncel y Fray Pedro de Burgos, sacerdotes, cuyo martirio refiere Torquemada… sus cuerpos se dicen estar enterrados en esta capilla, aunque no se han hallado.

Hay convento de Padres Observantes con una bella capilla de la Tercera Orden; Oratorio de San Felipe Neri, con varias becas para colegiales y estudios mayores y menores; y también escuela para niños, todo a la dirección de dichos Padres del Oratorio; tienen una suntuosísima capilla de Nuestra Señora de Loreto, adornada ricamente por su especial bienhechor don Manuel de la Canal; hay también una iglesia o beaterio para Monjas de la Concepción y dentro un colegio para niñas.

Gobierna la villa un Alcalde Mayor y dos alcaldes ordinarios, con su Ayuntamiento de regidores, y demás empleos necesarios. Está agregada a esta Alcaldía la villa de San Felipe, de población competente y en ella se cría mucha fruta de peras exquisitas, granadas, membrillos muy grandes, nueces, manzanas, uvas, con otras frutas peculiares de país, como guayabas, chirimoyas, tejocotes, magueyes, etc. Y en un pueblo poco distante que llaman Los Dolores, se crían estas frutas, máxime la uva, con más abundancia.

En San Miguel el Grande se crían también muchas frutas, en particular toronjas, limones, naranjas, chayotes, granaditas de la China, etc. Por la banda del norte a media legua de distancia, hay sobre una eminencia, una fábrica antigua de los indios gentiles que hoy se llama Cuecillo, y dicen era un famoso templo o adoratorio; a mí me pareció después de haber examinado su circunferencia, fábrica y modo de construcción, que sería fortaleza o castillo, pues se registran aún en el día varios fortines y como baluartes alrededor del edificio principal, que parece plaza de armas.

En la jurisdicción hay varias y cuantiosas haciendas y crías de ganado, y en los barrios de la villa, grandes obrajes y fábricas de exquisitos paños y casi tan finos como los de Segovia. Hay muchas curtidurías donde se labran todos géneros de pieles, vaquetas, suelas, antes, gamuzas, cordobanes y corazas; se fabrican armas filares y de fuego: espadas, machetes, escopetas, pistolas y demás instrumentos de guerra.

Las mujeres bordan con aguja, colchas o cobertores para las camas y tapetes o alfombras para el suelo, con gran primor y arte; he visto algunas obras de esta clase de tan buen gusto como pudieran hacerse en la Europa.

Estuve en San Miguel el Grande desde el día 12 de septiembre hasta el 24 del mismo [de 1764], día de Nuestra Señora de la Merced, en que salí por la mañana a comer a Chamacuero.”

Bibliografía:
Rionda Arreguín, Isauro. Testimonios sobre Guanajuato. Guanajuato. Editorial La Rana. 1999.

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Eva Luz Villalón Turrubiates
Celayense de nacimiento, Salmantina por residencia y Sanmiguelense por elección. Autora de dos libros de historia oral, tradiciones y leyendas de Salamanca. Profesora universitaria, colaboradora de la Biblioteca Pública de San Miguel e investigadora histórica. Ha escrito para varias revistas y publicaciones y en dos ocasiones ha ganado el premio literario "El Timón de Oro". Actualmente está trabajando en una novela de ficción histórica ambientada en el San Miguel de Allende de la postguerra.

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