por Oscar Plazola
El miércoles 10 de Diciembre pasé la noche en casa de mi mujer. El jueves 11 volví a mi casa a medio día y cuando llegué, me di cuenta que me habían vaciado la casa la noche anterior, según los videos de las cámaras de seguridad, a las 9:30. Se llevaron instrumentos, tv, toda la ropa mía y algo de mi hija, se llevaron hasta el bote de basura del baño de mi hijo y su shampoo. Llamé al 911 y llegó una patrulla, echó una mirada me pidió datos y, después de recomendarme que levantara la denuncia, se marcharon.
En los setentas y ochentas, ir a denunciar era peor que quedarte con el coraje y sin tus cosas, porque además de que no hacían nada, había a quien le sacaban una pasta. Daba miedo ir a una estación de policía. Sin embargo, entre las cosas que se robaron estaba mi ordenador con el trabajo de muchos meses y tres guitarras que tienen un valor sentimental que sólo un músico puede entender. Además, claro, del shampoo de mi hijo. Así que decidí ir a levantar la denuncia.
Lo primero que me sorprendió, fue que las oficinas, estaban muy limpias y ordenadas, casi la mitad del personal que pude ver son chicas, todo mundo te atiende con amabilidad. ¡Me quedé sorprendido! Me atendió un licenciado, eso no cambia todos son licenciados, que escribió la denuncia. Cuando terminó me dijo que un perito iría a mi casa. Le pregunté que cuándo y me respondió: ¡ahora mismo!, vamos se fue conmigo. Me volví a sorprender.
Ya en mi casa, mientras mi mujer y yo hacíamos una revisión de lo que se habían llevado los ladrones, el perito hacía su trabajo, identificar huellas, hacer fotos, etc. Acabó su trabajo y se fue. En menos de una hora llegaron los oficiales de Investigación de robos, esos ya me hicieron muchas más preguntas y reconstruyeron los hechos, pidieron los videos de las cámaras de seguridad y me dijeron: Los tenemos que agarrar en menos de cinco días o ya valió madres.
Entre mi mujer y yo nos dimos a la tarea de avisar a todos los amigos y conocidos, dando las características de algunas de las cosas robadas. Había dos cosas que serían fácilmente reconocibles: una antigua guitarra Cort y mi ordenador, éste tenía una quemada de cigarro en el teclado.
El viernes a medio día una amiga me dice que ha visto mi ordenador en internet, me enseña la imagen y efectivamente, ¡era mi ordenador! Mi amiga intentó ponerle una trampa, pero la chica que la anunció se dio cuenta, así que mi amiga le dijo: ¡Esa computadora es robada!, si no quieres tener problemas comunícate con mi amigo. Le dio mi número y la chica se comunicó conmigo al día siguiente y después de muchas vueltas, acordamos vernos para que me devolviera el ordenador.
Le llamé al oficial de investigaciones y me dijo lo que debía hacer. En resumen, no asustarla. Mi mujer se puso a hacer fotos en plan turista, como es canadiense, la chica no sospecharía. Llegó una niña con menos de 20 años y me entregó el ordenador, ¡todo mi trabajo estaba ahí! Me dijo que estaba arrepentida, que bla, bla bla. Le informé que la policía estaba enterada y que la irían a buscar. Ella me dio su dirección y yo se la pasé a la policía. También les dije que había recuperado el ordenador.
El lunes por la mañana me llamó el oficial en jefe, para decirme que ya habían recuperado dos guitarras, que tenía que ir a las oficinas para ver si eran las mías. Cuando llegué, mi sorpresa fue enorme, ¡ahí estaban dos de mis guitarras! ¡Órale!, exclame. Vimos los videos, me dijo el oficial, la chica también estaba involucrada, ¡es la que aparece en el video cargando una guitarra!
A partir de ahí todo fluyó, ya para el jueves habían recuperado un teclado y la otra guitarra, además de haber detenido a los otros dos cómplices.
El viernes, mientras reconocía la tercera guitarra y el teclado, llegaron con las raquetas de tenis. Les di las gracias a todos, además de confesar que estaba gratamente sorprendido. Es nuestro trabajo, me dijo la licenciada que me atendió. Aún no tengo mis cosas, un perito tiene que hacer su trabajo y después me las devolverán, pero en poco más de una semana habían recuperado mis cosas más queridas. Así que ¡chapo con la policía de investigación!, ¡qué buen trabajo!.
No recuperé la ropa, ni el shampoo de mi hijo, pero confirmé dos cosas: que hay gente en la policía que hace bien las cosas y que lo mágico de San Miguel, es su gente.
**************
Oscar Plazola, músico, poeta y escritor echado a perder, el poeta mexicano Benjamín Valdivia lo bautizó como decidor de historias urbanas y a su obra como urbanciones. Es relativamente fácil encontrar en su trabajo la influencia de autores como Chava Flores, Jaime López o Joaquín Sabina, incluso de poetas como Ricardo Castillo, Efraín Huerta o Nicanor Parra. Sin embargo, es un autor con voz propia que no reniega de la tradición de los inconformes y antisolemnes. Somos la noticia, somos estadística, un grano en el culo del gobernador, la mancha en la historia que no se platica, un desposeído que Dios olvidó (Desheredado universal) La ciudad y sus letras van juntas con voz desenfadada y provocativa, basada en la propia experiencia y en la propia percepción de un Mundo parajódico. Nómada entre conglomerados urbanos que ama y detesta al mismo tiempo. La carga crítica de su obra está, sin embargo, aligerada por la acción de los ácidos de la ironía, el humor y la burla que, en ocasiones, ejerce contra sí mismo. Y ya en las puertas del cielo, San Pedro no se portó, aquí no puedes entrar, vete al infierno mamón, aquí no tienes lugar, eres un pinche peatón (El alma de un peatón) En síntesis, autor arriesgado y despreocupado que ha mezclado sus vivencias y su visión del mundo para crear un estilo simplemente diferente.