El Libro
Por Jorge Contreras, Curador de arte Ciudad de México:
El polvo comparte con la luz el deseo de tener cuerpo, convertirse en barro y en forma, significar. Interpretar esa voluntad sutil, latente de alguna manera, requiere la sensibilidad de una artista capaz de acceder a un tipo de pensamiento atemporal, antiguo y colectivo que no es solamente humano.
Ese tipo de sensibilidad en sus obras remite a un mundo que se parece a un poema. No un mundo en el que se está, sino uno en continua construcción; donde la mirada, el tacto, el olfato, el oído… están enfocados a transformar las emociones y situaciones que nos parecen contradictorias o coherentes, luminosas u oscuras, en aceptación y celebración, al mismo tiempo, de nuestra experiencia como seres humanos.
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Vasijas y estelas de cerámica con huesos o piedras incrustadas con cierto ritmo, como quien cuenta días, repite una oración como un mantra, pero variando el tono, o construye los muros de un templo siguiendo instrucciones precisas y muy antiguas; las piezas de Adelia Sayeg parecen revelar la conciencia de quien sabe que está viviendo nuevamente, y sabe que su experiencia sensible depende de la disposición de los materiales en sus obras.
Su obra no parece nunca la transcripción de un pensamiento o una idea fija, sino más bien se asemeja a una formulación de la mente, una oración o un deseo, en el momento justo en que se va traduciendo a sí mismo en cerámica. Por ello, sus piezas revelan también una falta primordial humana: tener acceso a lo que no puede observarse ni decirse, ni pensarse, a una conjunción que nos revela y nos abarca.
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Parece entonces que cada obra está fundada en el deseo de dejar aparecer la mãyã, no la ilusión y la apariencia que observamos, sino el tejido del que está hecho eso que llamamos realidad. Sus obras mantienen una doble relación con el mundo, al mismo tiempo visual y metafísica, y parecen estar asociadas a lograr una especie de poder frente al mundo.
La manera en que Adelia Sayeg comprende su trabajo oscila entre la relación con lo tangible y un vínculo con lo incorpóreo.
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El trabajo de Adelia Sayeg da cuenta del arte como forma de vida; en ella, la aprehensión del mundo es conocimiento sensible, que conmueve y que explora la experiencia cotidiana. La paciencia de observar y sentir con meticulosidad cada detalle requiere salir de la propia vida y hallar otra en las personas, en los elementos de la naturaleza y en las situaciones contemporáneas o pasadas.
Sus obras nos sugieren ampliar la experiencia de sentir y comprender, para convertir lo que sucede en una experiencia íntima, sin tiempo, que incluya la aceptación de estar en el mundo y el sentimiento de gratitud frente a la vida que simplemente ocurre.
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Deshacer la división entre el orden y la trasgresión en la cerámica, para mostrar que es posible disfrutar las formas más sutiles de la voluntad, implica de parte de la artista una sabiduría antigua, pero siempre nueva. Su cerámica resulta una grafía que otorga forma mediante gestos que convocan una potencia no humana; una presencia modalizada por emociones al acceder al mundo y ponerse en marcha por la mano de la artista.
La obra de Adelia Sayeg revela la naturaleza de artificio que hay en el uso de objetos y formas. Revela también que las secuencias de acciones, gestos, actitudes, deseos y emociones, que son cada vida, pueden ser orientados hacia la configuración de una experiencia atemporal que nos vincule a otros seres presentes y pasados, para observar, aunque sea por un momento, aquello que nos une y nos hace vivir.
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www.adeliasayeg.com
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La Exposición
sigue hasta el 23 de septiembre
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