por José Luis Mendoza
Hoy en la mañana salí muy temprano a trabajar. Justo frente a mi casa estaba una vecina barriendo la calle, la saludé amablemente, como hago siempre que me la encuentro, ella me respondió con una sonrisa y sin dejar de barrer me dijo "Hola, buen día"… Me tomó un tiempo darme cuenta de que barría un pedazo de calle y banqueta que no eran los suyos, ya que ella vive a un lado mío. ¿Qué? ¿Estaba barriendo la calle y banqueta de otras personas y que no le correspondían?… Me quedé pensando profundamente en esa acción, la calle estaba siempre limpia, aún cuando sus dueños solo vienen esporádicamente… Que importante es ser un vecino responsable, amoroso y servicial.
Mi cerebro empezó a analizar esa acción. Más que importante, yo creo que es vital ser un buen humano y un buen vecino, es más que simplemente habitar una casa en una comunidad. Es un compromiso con los principios de solidaridad, empatía y preocupación genuina por los demás.
A lo largo de mi vida, he aprendido que este compromiso es una pieza clave para construir una sociedad sana y armoniosa. Muchas veces he sido testigo de cómo pequeños gestos de amabilidad pueden marcar una gran diferencia en la vida de las personas. Un simple "Buenos Días" o un amistoso saludo pueden iluminar el día de alguien y crear una cálida conexión humana. Hace algún tiempo tuve la fortuna de conocer a una vecina, la llamaré Doña Rosa para proteger su privacidad, una mujer de edad avanzada que vive sola. Al principio, nuestras interacciones eran breves y cordiales, pero con el tiempo, nos fuimos conociendo mejor.
Un día, en la tienda, noté que Doña Rosa tenía dificultades para hacer las compras y realizar tareas cotidianas sencillas debido a su salud y a su edad. Decidí ofrecerle mi ayuda, me volteo a ver y sonrió, yo adiviné una lágrima temblando en sus ojos, desde entonces, nos hemos convertido en buenos amigos y cercanos. Me platica de su vida, su soledad, sus esperanzas, sus dolores y sus angustias. Me siento agradecido por la oportunidad de poder ayudarla y, a su vez, he aprendido mucho de ella. Su sabiduría y su amor por la comunidad me han inspirado a ser un mejor ser humano y más conciente.
Ser un buen vecino no se trata solo de prestar ayuda en momentos de necesidad, sino de estar presente y apoyar en las pequeñas cosas del día a día. Desde cuidar las mascotas de un vecino en vacaciones o enfermo, hasta compartir un plato de comida con aquellos que están pasando por dificultades económicas, cada acto de bondad contribuye a fortalecer el tejido social de la comunidad.
Además, ser un buen vecino implica mostrar respeto por la diversidad y la individualidad de cada persona. Todos tenemos nuestras diferencias y formas de ver la vida, pero esa diversidad es lo que enriquece nuestra comunidad. Al comprender y valorar las perspectivas de los demás, construimos un ambiente de tolerancia y armonía donde todos podemos convivir en paz.
En fin, yo pienso que ser un buen vecino y un buen humano es una pieza clave en la construcción de una sociedad sana y próspera. Mi experiencia con Doña Rosa me enseño que pequeños gestos de bondad y preocupación real por los demás pueden tener un impacto significativo en la vida de alguien y en la comunidad en su conjunto. Al adoptar una perspectiva sensible y comprometernos con los principios de comunidad, podemos crear un ambiente de solidaridad y respeto mutuo que nos beneficia a todos. Como individuos, tenemos el poder de contribuir a la transformación de nuestra sociedad en un lugar más amable, inclusivo, sano y compasivo para todos.
