por Alejandro Anaya, texto, fotos, arte
Desde muy pequeño, imaginaba la vida de los artistas conviviendo en cafecitos, sosteniendo pláticas profundas y apasionadas en cantinas con otros intelectuales y pintando a gusto, sin mayores preocupaciones por la mañana, sorbiendo una cargada taza de espresso y un cigarrillo, pensando en cual sería mi siguiente obra maestra.
Voy para mi cuarto año viviendo en San Miguel de Allende como artista visual, y he vivido un rudo despertar de esta visión de la vida glamourosa del artista. Estoy en medio de mi cuarta mudanza en la ciudad, y mi mente se pierde entre cajas, contenedores, vajillas, vasos, el sofá y cuando diablos vamos a tener instalado el internet. Mis dibujos parecen una distante memoria que se enreda entre las líneas de tinta con las que construyo mis rostros. Cargo mis plumas fuente para arriba y abajo a lo largo de los tres pisos donde está el nuevo departamento, sabiendo que no las voy a poder usar hasta que hayamos transportado y acomodado todo.
Por ratos me llegan flashazos de ideas que rápidamente se desvanecen al darme cuenta de que mis acuarelas están empacadas junto con mis pantalones, o al ver la montaña de cosas que están encima de los cuadernos y los blocks de papel.
El maestro José Luis Cuevas decía que no creía en la inspiración, sólo en el trabajo, pero, ¿cómo balancea un artista su trabajo creativo, su a veces dolorosamente lento proceso artístico, con los pendientes del día a día, y el caos de un momento tan disruptivo? ¿cómo plasmas expresión y sentimiento en una pintura, cuando la parte de atrás de tu cerebro te está pidiendo a gritos: "córrele que hay que resanar las paredes para entregar el departamento a las 2 de la tarde?"
Pienso en van Gogh, y cómo creo que resolvía a su manera ese dilema. Se enfocaba en pintar las cosas que estaban enfrente de él, en lo que estaba a su alcance. El “tema” pasaba a un segundo plano, y el “cómo” cobraba mucha más relevancia. Una silla o unos zapatos se convertían en la obra. Las cosas que lo rodeaban se transformaban en hermosas pinturas gracias a su forma de procesar las imágenes y plasmarlas en el lienzo con extraordinarios contrastes y pinceladas.
Estoy muy lejos de ser van Gogh, pero esta idea me llegó mientras subía las escaleras por quincuagésima vez. En mi desesperación me puse dibujar en los ratitos libres que rara vez te regala una mudanza. Haciendo el ejercicio de utilizar la disrupción como fuerza propulsora de creación, empiezo a ver en las cajas, en el caos de todos mis “cachivaches” en la cajuela del carro, elementos que pueden conformar un boceto. El inicio de una idea que puede dar pie a algo.
Subo a la terraza del nuevo departamento (una de las ventajas del nuevo lugar), y recuerdo por qué decidí mudarme a esta ciudad. La belleza está en su cotidianidad, en su arquitectura, pero también en la gente que deambula por las calles, en la imperfección que no aparece en los posts de Instagram pulidos y retocados con filtros que millones de personas publican cuando visitan San Miguel.
Recordé también que una de las cosas más importantes que he aprendido en mi tiempo aquí, es a encontrar la belleza en donde sea. En una cara rara, en un perro callejero, en el puesto de elotes o en una casa abandonada.
Finalmente me pude escapar a un cafecito en Stirling Dickinson, donde me encontré a dos buenos amigos, uno músico y el otro artista visual. Fue un verdadero placer verlos y poder hablar de algo que no fueran las odiadas cajas, bolsas, recibos de luz o agua, y entendí que todo lo anterior también era parte de mi proceso y de la vida misma. La parte romántica de la vida del artista también llega, solo tenemos que entender que el arte que hacemos nace justamente de todo ese caos, no solo de los cafecitos.
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Alejandro Anaya es artista visual y escritor, originario de Torreón que, desde hace casi cuatro años convive y participa activamente en la comunidad Sanmiguelense. Su colaboración en Lokkal es parte de su filosofía como contador de historias, y su compromiso de compartir sus descubrimientos y reflexiones sobre esta hermosa parte de México, con todos los que busquen vivir una experiencia única en San Miguel de Allende.
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