por Alejandro Anaya, texto y fotos
En nuestra visita navideña a la familia en Torreón, tuvimos que pasar por el martirio de más de doce horas en carretera, cuando normalmente hacemos siete u ocho, debido a los múltiples accidentes que hubo en la autopista en el tramo a San Luis Potosí y Matehuala. Esta ruta está saturada de trailers debido a la inseguridad que se vive en la carretera alterna a Zacatecas.
Es interesante cruzar cuatro estados en México y ver cómo, el paisaje gradualmente se transforma de árboles y pasto, a la tierra y cactus de las áridas regiones del norte, pero también es tremendamente intimidante llegar a un alto total de cuatro horas en medio de la carretera, al final de una fila de 25 kilómetros de camiones y trailers que, cómo el cuento de Julio Cortázar, "La Autopista del sur", nos presentaba la terrible posibilidad de quedar atorados en una autopista sin conocimiento del tiempo que podría transcurrir ahí en la nada.
Mi esposa y yo tratábamos de mantener una actitud positiva, convenciéndonos el uno al otro de que esto no era más que un pequeño sacrificio que valdría la pena porque veríamos a nuestros parientes, incluso a algunos que hace años que no visitaban Torreón, y que viajaron desde Chihuahua y Estados Unidos. En el momento no lo sabíamos, pero otra recompensa nos esperaba al final del peregrinaje. Mi hermano mayor había preparado un tour por el famoso Teatro Isauro Martínez, que construyó mi bisabuelo Don Isauro Martínez. Un teatro considerado como uno de los más bellos en México, y que no mucha gente sabe que existe en una polvorienta ciudad de Coahuila gracias al espíritu emprendedor de la gente de esa comunidad y a la diversidad cultural que se vivía en especial en esos tiempos. A principios del siglo 20, Torreón era muy joven, y ofrecía grandes oportunidades, por lo que llegaban familias de Alemania, Líbano y España, entre muchos otros lugares, para empezar una vida nueva.
Recuerdo que cuando acababa de llegar a vivir a San Miguel de Allende, viajamos a Guanajuato a conocer el teatro Juárez (considerado el más bello de la República), y haber escuchado en un recorrido por el mismo, que consideraban el de mi bisabuelo como el segundo más hermoso después de ese, por su estilo único ecléctico.
El Isauro Martínez tiene más de 90 años y cuenta con una historia extraordinaria que en varias ocasiones escuché de mi madre, tías y parientes en general. En esta ocasión ese recuento de su historia me tocaría transmitirlo a mis primos, que jamás habían puesto pie en el sitio.
Al igual que la mayoría de la gente, mis parientes quedaron boquiabiertos. Es imposible no sorprenderse al entrar a ese recinto. El impresionante telón rojo, los detalles moriscos de los muros y las pinturas del pintor español Salvador Tarazona en el techo, lo toman a uno por sorpresa y en el caso de mi familia, aún más, porque fue como abrir un tesoro que el bisabuelo les tenía guardado desde hace casi un siglo.
Caminamos y nos tomamos fotografías en el escenario, recordando las anécdotas de mi mamá cuando me contaba que la madre de Placido Domingo cantó ahí mismo en algún momento, entre muchas otras celebridades internacionales.
Contemplando la historia del teatro, entendí mucha de la mía. Muchos en San Miguel buscamos aportar nuestro granito de arena a la gran oferta cultural, y que, al hacerlo, construyen algo que es más grande que todos nosotros, algo que se vuelve muy atractivo en todo el mundo y que trasciende con el paso del tiempo. Pero sobre todo, el teatro me recordó a la Parroquia, que de igual manera nació como el sueño de una persona y se convirtió en el símbolo del espíritu de toda una población.
Mi familia y yo quedamos muy agradecidos por poder caminar por esos pasillos tan hermosos que nos recordaban que, al igual que la vida, el teatro pasó por distintas fases. En algún momento también fungió como cine y tuvo sus malos momentos en los que quedó abandonado hasta que se rescató a principios de los ochentas.
Cómo ese edificio con mezcla estilos art decó, árabe y ecléctica, también nosotros tenemos múltiples facetas y etapas. También necesitamos nuestra propia restauración para que surja lo que siempre estuvo ahí en esencia. A veces tenemos que realizar nuestro propio peregrinaje por las "tierras áridas y desoladas" de nuestro camino, para llegar a disfrutar de la belleza que la vida nos aguarda.
Regreso a San Miguel de Allende lleno de inspiración y alegría, con la memoria de haber mirado a las butacas desde el escenario del Isauro, con la certeza de que todos tenemos nuestro momento bajo el telón y que tenemos que aprovecharlo al máximo, porque tarde o temprano la obra concluye, las luces se apagan, y lo único que queda es la memoria de una actuación digna de recordar. El bisabuelo así lo hizo.
**************
Alejandro Anaya es artista visual y escritor, originario de Torreón que, desde hace casi cuatro años convive y participa activamente en la comunidad Sanmiguelense. Su colaboración en Lokkal es parte de su filosofía como contador de historias, y su compromiso de compartir sus descubrimientos y reflexiones sobre esta hermosa parte de México, con todos los que busquen vivir una experiencia única en San Miguel de Allende.
Lokkal
Facebook
**************
*****
Discover Lokkal:
Watch the two-minute video below.
Then, just below that, scroll down SMA's Community Wall.
Intro / Mission
Visit SMA's Social Network