por Luisa Ruiz
Cuando conocí a Catita solo estaba los fines de semana en la residencia de adultos mayores donde yo trabajaba. Poco a poco, su salud se fue deteriorando más y más, hasta que los hijos decidieron que la mejor opción era que ya se quedara de manera permanente.
A pesar de que Catita todavía estaba lúcida, ni le preguntaron ni le avisaron de la decisión tomada. Lo que sucedió es que un viernes en la tarde llegó como todas las semanas, pero en lugar de irse al lunes siguiente, durante el fin de semana mudaron su cama y algunos muebles a la habitación que estaba desocupada.
Recuerdo que varios días me senté a platicar con ella y estaba desilusionada de sus hijos; no entendía por qué habían tomado esa decisión sin preguntarle su opinión. Se sentía abandonada y no quería estar ahí. Poco a poco se fue resignando y se dio cuenta que ahí estaba bien atendida y cuidada por todos los que ahí trabajábamos.
Catita tenía ya varias noches sin dormir bien. Se levantaba en la madrugada y a veces preguntaba dónde estaba, ya que no reconocía el lugar. No le gustaba estar sola, sobre todo en las noches, así que platiqué con sus hijos y nos pusimos de acuerdo para turnarnos y acompañarla durante la noche.
La noche del 26 de octubre del 2020 le tocaba a su hijo David pero al final no llegó y Catita se quedó sola en la habitación. De cuando en cuando, entraba la enfermera Lolis para checar que estuviera bien. Una de las veces que entró, notó que Catita estaba despierta y se estaba quejando. Le preguntó a Catita si le dolía algo y ella le dijo que no pero era quejido tras quejido. De repente Lolis vio cómo Catita empezó a retorcer tanto piernas como brazos y luego su estómago se inflamó. Entre quejidos, preguntó:
⦁ ¿Dónde está mi hija Mary?
⦁ ¿Por qué está sufriendo mi hija?
⦁ ¿Por qué tiene un tubo atravesado?
Lolis no sabía de qué hablaba. Ni conocía a su hija Mary ni sabía a lo que se refería cuando hablaba del tubo atravesado.
A la mañana siguiente nos enteramos que su hija Mary murió la noche anterior. Ni Catita ni nosotros sabíamos que Mary llevaba varias semanas hospitalizada por COVID y que había sido intubada días antes de su muerte. Algunos hijos no querían decirle a Catita que su hija había fallecido. Platiqué con ellos sobre el episodio de su mamá para darles a entender que su mamá ya lo sabía.
Mary falleció el 26 de octubre y Catita el 21 de noviembre.
Que en paz descansen.
Días más tarde, pensando en toda esta historia, escribí el siguiente poema:
Espérame en la entrada
A Catita
Estoy en cama y no vienes,
semanas postrada y no llegas.
Vienes a visitarme,
a decirme un último adiós.
Ignoro por qué sufres,
solo veo un tubo que atraviesa tus entrañas.
Grito tu nombre y desapareces
como un chispazo que se extingue.
Quiero soltar, soltarme, soltarte.
Mientras más lo intento, más me aferro.
Mi llanto se convierte en un quejido eterno.
¿Por qué tú si soy yo la enferma, la moribunda?
¿Por qué tú siendo tan joven?
Tú ya cruzaste el umbral,
¿y yo para cuándo?
Espérame en la entrada que no tardo.
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Luisa Ruiz es una maestra de química, psicoterapeuta transpersonal, tanatóloga, facilitadora de talleres de duelo, doula de muerte. Fundadora del Death Café en México. Trabajó para la Asociación Civil Uno en Voluntad dando talleres de duelo. También trabajó para la Fundación Elisabeth Kübler-Ross como facilitadora de cursos y talleres y como doula de muerte. Le gusta mucho leer, escribir, caminar y viajar.
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