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21 de abril de 2024
por Dr. David Fialkoff, Editor
Mi ex esposa solía vivir en San Miguel. Algunos de ustedes la conocen. Aunque nos divorciamos hace mucho, todavía somos amigos. Ella misma lee a veces estos artículos. Así que, por favor, déjame terminar este pensamiento antes de que nos juzgues.
Hace veintitrés años (para entonces ya teníamos muchos años de divorciados), cuando nuestra hija estaba a punto de tener su bat mitzvah, ella, nuestra hija y yo estábamos de pie juntos en su cocina. Su madre y su hermana (la abuela y la tía de nuestra hija) estaban en la ciudad para la ocasión. Mi ex se quejó: "Mi madre está loca, y mi hermana está loca".
Mi hija me miró rápidamente, nuestros ojos se encontraron por menos de un segundo. Nuestras caras eran completamente inexpresivas, y mi ex continuó con su queja. Pero esa breve mirada de padre e hija claramente decía esto: "Si tu madre está loca, y tu hermana está loca, ¿entonces en qué te convierte eso?"
Tengo mi propia historia familiar. Mis padres eran personajes. Las cosas eran emocionalmente difíciles en nuestra casa.
Comparado con mis hermanos, un hermano mayor y una hermana menor, siempre me he considerado el afortunado. El niño del medio, el segundo, 21 meses más joven que mi hermano, la mayoría de veces me pasaron por alto. Solo exagero un poco cuando digo que no sabía que existía hasta que tenía siete años. Antes de que mi maestro de segundo grado me elogiara por mi exuberancia con los números romanos, ningún adulto me había prestado atención.
He atribuido mi bienestar emocional relativo, en relación con mis hermanos, al hecho de que he sido más valiente de lo que eran en la participación terapéutica de mi infancia. Y, si bien ese valor para enfrentar los hechos ha hecho una diferencia, últimamente he estado considerando que no ha hecho tanta diferencia como me gustaría pensar. Si tu madre está loca y tu hermana está loca, ¿qué dice eso de ti? Si mi hermano mayor y mi hermana menor están emocionalmente atrofiados, ¿cuán bien crecido puedo estar?
No recuerdo el nombre del cortometraje, pero me impresionó mucho cuando lo vi de niño. En este un oficial confederado será ejecutado por un pequeño grupo de soldados de la Unión. En un hermoso entorno rural, debajo de árboles colgantes, está de pie, atado de pies y manos, con una soga alrededor de su cuello, en un pequeño puente de madera listo para ser empujado al espacio.
En el momento crítico, la cuerda se rompe y cae en el río lento del sur. De alguna manera, bajo la superficie del agua, se las arregla para liberar sus manos y pies y tirar la soga. Cuando sale al aire, sus guardias yanquis le disparan. Vuelve a subir, las balas se ralentizan al entrar en el agua que lo rodea.
Milagrosamente, se escapa, nadando, continuando río abajo hasta llegar a una orilla familiar, la orilla del río donde es su hogar. Se levanta del río hacia el verde césped lleno de sol. Su esposa lo ve y viene corriendo a su encuentro.
De repente la escena cambia. Vemos el cuerpo sin vida del confederado colgando del puente. La cuerda no se rompió.
La siguiente escena para su consideración podría ser de un episodio de Dimensión desconocida o una película basada en una historia de Philip K. Dick (¿El vengador del futuro?), pero es probablemente mi propia adaptación involuntaria de la historia Las ruinas circulares de Borges. Tiene dos personajes, uno que cuestiona la realidad de la existencia del otro: "¿Pero por qué no tienes recuerdos de tu infancia? Si eres un hombre, ¿cómo puede ser que el fuego no te haya quemado?"
Soy ese oficial confederado, soñando con casa y una mujer que me ama, viviendo una vida imaginaria, todo en el tiempo que se necesita para que la cuerda tensa se rompa; soy una criatura de sueños como el habitante del templo de la selva de Borges.
Habría sido un gran abogado porque soy bueno poniendo excusas. Puedo justificar mi lugar en la vida, convirtiendo los fracasos en virtudes: soy un filósofo harapiento, un poeta místico... Pero los hechos del asunto, el asunto de mi vida, hacen un juicio menos amable. "No culpable por locura" es una exageración, aunque hay un toque de locura en mi familia. Pero ciertamente, damas y caballeros del jurado, permitirán que haya habido circunstancias atenuantes. Y que confiese debe contar para algo, ¿no?
Había un reino cuya cosecha entera de grano se infectó con cornezuelo, el hongo alucinógeno (del que se derivaría el LSD) que causó los movimientos extraños de lo que se llamaba baile de San Vito.
El último suministro de grano libre de hongos del año pasado, que el rey y su primer ministro compartían, se estaba agotando. "¿Qué podemos hacer?" el rey gimió. "Pronto tendremos que comer el grano infectado y nosotros también nos volveremos locos". El primer ministro ofreció esta solución parcial: "Hagamos la señal de una X en nuestras frentes. Y luego, cuando veamos la X, al menos recordaremos que estamos locos".
La corte le preguntó a Sócrates por qué el oráculo de Delfos lo había declarado el más sabio de los hombres. "No lo sé", desmintió, y aquí estoy parafraseando, "pero tal vez es porque otros hombres piensan que saben y no saben, mientras que yo sé que no sé."
Saber que soy ignorante, atrofiado y loco debe contar para algo. ¿O solo estoy poniendo excusas?
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