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21 de Abril 2024
por Patricia Argüello Melgar
Llegar a Tlaxcala y entrar de lleno al Palacio de Gobierno significa pararse de frente a grandes acontecimientos de la historia de México. La belleza del mural que parece que sale a tu encuentro y te abraza me deslumbra por ser tan genuino, tan hermosamente plasmado por el genio de la brocha y el pincel del Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin. El Mural se denomina: "Historia de Tlaxcala y su aportación a lo mexicano".
Recorro el mural, tramo por tramo, inicio con el peregrinaje, la salida de las 13 tribus. Los indígenas reflejan la dignidad y el viejo poderío de sus señoríos. Los colores de sus mantas y plumas son tan reales que somos transportados inmediatamente a esa época ahora ya tan lejana.
El encuentro de Hernán Cortés con Xicoténcatl. El inicio de la dualidad reflejada en la unidad que somos hoy el pueblo mexicano. Cerca de la parte central hay una mujer indígena que carga a su hijo, el niño nos ve con un amor tan profundo que apenas cabe en esos ojos negros.
Entiendo también la presencia grandiosa de los dos volcanes el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl. Parecen dos guardianes, que vigilantes han presenciado nuestros encuentros inevitables con el dolor, el dominio, el sojuzgamiento; guerras, pero también cantos, ritos, nacimientos y muertes. El encuentro tan de cerca con nuestra historia me cimbra y acrecienta mi admiración por los hombres y mujeres que nos han precedido y que con gran dignidad forjaron nuestra Nación.
Conocer de cerca el genio y el talento tan magistralmente combinados de quien plasmó en esas paredes la grandeza de los grupos indígenas; guerras floridas, conquista hasta la independencia de México; con una objetividad plasmada de serenidad sin asomo de ningún tipo de maniqueísmo, se vuelve en mí una necesidad. Y en una segunda visita a Tlaxcala, tengo la fortuna de que el Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin me reciba en su casa.
Mientras lo espero en su sala, descubro algunos bosquejos a lápiz de hombres y mujeres indígenas, y de repente, un hombre de 83 años, bajito, dueño de una mirada profunda me saluda cordialmente y me dice: "Estoy a sus órdenes". Su humildad me sorprende por lo que sólo alcanzo a decirle: "Maestro: Tan sólo deseo conocer al autor de ese maravilloso mural que engalana el Palacio de Gobierno de Tlaxcala".
Iniciamos el dialogo amable, fraterno. Reflejando en sus conceptos una gran sencillez y sabiduría. Y nos confiesa: "Lo mejor de mi obra es que está viva. Le gusta a la gente, les mueve y a veces los confronta. Porque no acabamos de entender quienes somos y por qué somos. A veces, voy al Palacio y me gusta escuchar los comentarios de los visitantes".
Le comento que ha logrado fusionar en forma muy talentosa la historia con la plástica; a lo que responde que se ha dedicado a estudiar y revisar la historia de México por más de 50 años y lo ha hecho directamente de los códices, de los libros sagrados de los diferentes grupos indígenas que nos antecedieron. Afirma que no coincide con la forma en que es planteada la "historia oficial", hay muchas lagunas, hay muchas salvedades y por supuesto muchas omisiones.
Se cuestiona "¿Qué es Cultura? La palabra proviene de Cultivo. La Cultura es más lejana a la educación formal. La Cultura se cultiva a través de siglos, en cambio; las tradiciones son los restos de lo que quedó. La Ofrenda debe ser viva. No reunamos papel y plástico en un sinsentido. Creo en la convivencia fraterna con los antepasados. Creo también que los perros acompañan a los muertos al más allá".
Nos rebela que cada tramo del mural; más de 450 metros cuadrados se encuentra respaldado por una minuciosa investigación histórica; a veces, confiesa: "Cuando los albañiles limpian y preparan las paredes desnudas, iniciando yo mismo los primeros pincelazos, ignoro las expresiones de los personajes que voy a plasmar, la forma de las caras, entonces no encuentro más que una opción: caminar por pueblos cercanos al centro de México para estudiar e interiorizar las fisonomías de los indígenas; sin embargo, cuando estoy ya trabajando, pintando al óleo sobre las paredes; los rasgos salen solitos, como pintados por ellos mismos; entonces descubro una gran fuerza que me inspira y me guía".
Afirma que hay que rescatar la memoria colectiva del pueblo, su sabiduría, su concepto religioso, tan amplio y profundo. Tenemos profundas raíces artesanales, existió mucho talento artístico en los grupos indígenas, no tenían miedo al color y a las figuras. Así cuestiona: "¿Quién es México? Encontramos a grupos indígenas confrontándose entre unos y otros, la conquista, Felipe II, la guerra con Estados Unidos, Santa Anna, Juárez, la Independencia, la Revolución, tantos hitos históricos. ¿Qué nos queda? Lo que nos queda de México es lo fundamental de esa integración: la espiritualidad. Por ello pienso que el artista debe integrarse con su esencia espiritual".
Todo lo que narra está impregnado de una gran capacidad de asombro; así nos confiesa: "Cuando nació mi primer hijo, en sus primeros respiros, mi asombro fue enorme al constatar que sólo habíamos sido medios y no creadores. El Milagro de la Vida. Así también cuando he terminado etapas del mural ‘Historia de Tlaxcala y su aportación a lo mexicano’ le doy Gracias a Dios por haber terminado pese a tantos problemas y obstáculos, algunos financieros. Mi alegría es enorme cuando escucho comentarios de los visitantes acerca del mural (ellos no me conocen) y entonces digo: La obra funciona, está viva. Son los aplausos en silencio".
Haciendo un recuento; el Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin reflexiona: