por Henry Vermillion, texto y pinturas

Un reciente artículo de la New York Review of Books, al tiempo que elogiaba el sexenio presidencial de Andrés Manuel López Obrador por sus logros: ayudas a los estudiantes, aumento del 300% del salario mínimo, disminución del número de mexicanos en situación de pobreza, pensiones universales para la vejez..., le criticaba por haber avanzado poco en la reducción del poder de los cárteles de la droga. En este sentido, los autores le compararon negativamente con su predecesor, Felipe Calderón, de quien observan que «mantuvo bajo control el crimen mediante pactos con los cárteles».

Historia de México II
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Lo que el artículo no menciona es que ese «control de la delincuencia» fue el resultado de millones de dólares de sobornos de protección de los cárteles al ministro del gabinete de Calderón para la seguridad nacional, Genaro García Luna. García Luna cumple actualmente una larga condena en Estados Unidos por aceptar esos sobornos para proteger al cártel de Sinaloa de El Chapo y perseguir a otros cárteles competidores.

El intermediario entre García Luna y el cártel de Sinaloa era un abogado de Ciudad de México llamado Óscar Paredes, el mismo abogado que en 2010, durante la presidencia de Calderón, entró en nuestra galería y compró varios cuadros míos de gran tamaño. Hice averiguaciones sobre él y me dijeron que era un «abogado del Diablo», un abogado que defendía a narcotraficantes en los tribunales. Bueno... Pagó los cuadros en efectivo. Le gustaba San Miguel. En un par de semanas, volvió y compró otro cuadro. Me reuní con él y lo conocí un poco. Era un tipo agradable; me caía bien. Todo artista necesita coleccionistas; él era un coleccionista de arte. Vino a una reunión a nuestra casa, con su séquito de cinco o seis personas. Salieron guitarras y bebidas, y se pasó un buen rato. Un joven de su grupo encendió su cigarrillo sacando su billetera; al abrirla, salió una llama. También realizó otros trucos de magia. El joven mago admiró especialmente un cuadro mío que teníamos en la pared en el que aparecía un mago; Óscar le dijo: «Es tuyo», y se lo compró en el acto.

El mago
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Óscar me invitó a visitarle en Ciudad de México; así lo hice, y me alojé en una de las varias casas que poseía en la capital. Fui su invitado para una tarde de tiro en el campo de tiro del Departamento de Policía de Ciudad de México. Allí era muy conocido y pasamos sin problemas los diversos controles de seguridad. Tras dos horas y media de tiro al blanco con todo tipo de armas, desde pistolas hasta AK47, me dolió el hombro derecho durante una semana por el retroceso de las armas largas.

Durante nuestra estancia en DF, fuimos a una de las haciendas de Óscar. (Creo que poseía tres, en varias partes del país). Ésta estaba en las montañas, pasando Mineral del Monte, cerca de Pachuca, Hidalgo. Un lugar hermoso pero semidesértico, la propiedad de la antigua hacienda albergaba una espectacular cascada que caía sobre columnas de granito basáltico. (Era mucho más impactante que una cascada basáltica similar muy conocida en las cercanías que está abierta al público).

En una visita posterior a San Miguel, Óscar nos invitó a Britt y a mí a un cóctel en otra de las ex haciendas de Oscar, esta vez más cerca de casa. Este lugar, parcialmente reconstruido, es visible desde la carretera San Miguel-Dolores. Detrás del edificio principal, magníficamente restaurado, Óscar había construido una pequeña fábrica equipada con modernos tornos y máquinas herramienta. Los trabajadores participarían en los beneficios. Empecé a conocer el lugar. Oscar insistió en que abriéramos una galería de arte en el edificio principal, sin pagar alquiler, pero yo no lo visualizaba, estaba demasiado lejos de la ciudad.

Nos mantuvimos en contacto. Oscar prometió venir a principios de agosto a la inauguración de una exposición individual mía en el Instituto Allende. Cuando no vino, me decepcionó, pero no me preocupó demasiado. Era un hombre ocupado. Dos semanas más tarde, me enteré de que el 22 de agosto había sido asesinado en Ciudad de México.

Fue un asesinato por venganza. Antes de que le conociéramos, su hijo adolescente había sido secuestrado; Óscar pagó el rescate. El chico fue liberado y Óscar lo envió inmediatamente a terminar sus estudios en algún lugar del Medio Oeste de Estados Unidos, lejos de todo peligro. El resto de la historia, tal como la conocí: Óscar descubrió que el secuestro había sido planeado y llevado a cabo por un alto cargo de la policía de Ciudad de México. Ese funcionario fue asesinado a tiros en la calle por desconocidos. Unos meses después, un hombre llamó a la puerta del bar de la Colonia Roma donde Óscar charlaba y bebía con unos amigos. «Reparto de pizzas», dijo el hombre. La puerta se abrió y el pizzero abrió fuego, matando a Óscar e hiriendo a otros dos hombres.

Una búsqueda en Internet de los periódicos de la época dejó claro que los guardaespaldas de Óscar fueron los que llevaron las bolsas de lona con el dinero del cártel al palacio presidencial.

Haciendo memoria, recordé la primera vez que me subí a su coche. Fue en una visita a su hacienda en Mineral del Monte. Me di cuenta de que la gran berlina tenía cristales de cinco centímetros de grosor. Fue mi primer viaje en un coche blindado. Me di cuenta de que debería haber esperado un escenario así.

Estudio / Visitas a Galería

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Henry Vermillion nació en El Paso, y creció en pueblos pequeños en Texas y Nuevo México. Se graduó de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, con títulos en literatura inglesa y biología. Estudió Trabajo Social en el programa MSW en la Universidad de Texas en Austin.

En noviembre de 1992, Henry, su esposa Britt Zaist y otros cinco pintores inauguraron la cooperativa Galeriía Izamal, que hasta su cierre en enero de 2022, fue la galería de arte más antigua de San Miguel.

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