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El paisaje que me rodea

Selva baja caducifolia
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3 de noviembre 2024

por Diana López

San Miguel me impresionó profundamente desde el primer día que llegué con su identidad tan marcada. Me deleité con la arquitectura; me sorprendió la festividad y la calidez de su gente, la fuerza de las tradiciones, el poco miedo al color y conocí por primera vez el paisaje semidesértico del bajío mexicano. Mucho semidesierto. Demasiado desierto para mi gusto.


Matorral xerófilo
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La primera vez que viajé a San Miguel desde Guanajuato observé el paisaje de la carretera y lo único que vi fue extensiones de pasto seco, nopales y huizaches. Debo confesar que me lamenté: “qué feo, aquí todo está muerto”, pensé.


Nopal tapona
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Yo crecí en un lugar muy diferente, en el noroeste de México. En una ciudad con tormentas tropicales en el verano y con inviernos que parecían primaveras. La casa de mi infancia estaba cerca de un río; en el jardín de mi mamá crecían hongos que yo observaba curiosamente con el pelo pegado a la cara por el sudor. La humedad es una sensación que conozco bien.

Aquí experimenté por primera vez la sensación de sequía. Entendí que aquí no podía dejar mi piel descubierta al sol por mucho tiempo porque me dolía, que los paseos no se dan a medio día porque me canso más rápido y a festejar con alegría la frescura de los días lluviosos. Durante un tiempo añoré los paisajes de mi infancia, toda esa abundancia y verdor.

Con el paso de los años empecé a observar con más detalle a mi alrededor, caminé por el campo y por los cerros y comencé a notar la diversidad que hay en lo que yo, equivocadamente, llamaba desierto.


Salvia
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Lo que yo veía era el matorral xerófilo, el ecosistema más abundante y emblemático de la región. Este ecosistema aparece en zonas con degradación ecológica y está adaptado a condiciones áridas o semiáridas. Las plantas que lo conforman son resistentes y austeras, con estructuras definidas, de altura mediana a baja y con espinas. Nopales, garambullos, huizaches y ocotillos, por mencionar algunas, se integran a zonas de pastizales que en temporada de lluvias se encienden de un verde vibrante y se adornan con miles de flores. Un ecosistema que celebra la abundancia y resiste los largos periodos de sequía, plantas que evolucionaron para sobrevivir en la adversidad.


Huizache
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Pero San Miguel no solo tiene este ecosistema. Si caminamos un par de horas en las montañas de los Picachos eventualmente nos encontraremos con un hermoso y longevo bosque de encinos. Este ecosistema es altamente diverso y complejo, sustenta una amplia variedad de especies. Originalmente lo podíamos encontrar en las partes altas de la ciudad (La Luciérnaga, carretera a Querétaro, zona industrial, etc.), pero ahora por el cambio climático y la degradación ecológica su extensión es cada vez más pequeña. Llegar a este lugar después de una caminata bajo el sol es una bendición. La sombra de sus altos encinos, la frescura que desprenden sus suelos negros y el aroma a salvia que hay en el ambiente lo hacen uno de mis lugares preferidos.


Encino
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Y por último tenemos la selva baja caducifolia, que se ha convertido en un ecosistema cada vez más difícil de encontrar. Este ecosistema se caracteriza por tener una gran diversidad de árboles que tiran el follaje durante la sequía. Este tipo de vegetación cambia su apariencia a lo largo del año; durante la temporada húmeda, de junio a noviembre, los árboles son de un verde exuberante y un follaje denso. Conforme avanza la temporada seca, de noviembre a mayo, se transforman hacia tonos dorados y marrones. Cuando las hojas finalmente caen revelan la estructura intrincada y resistente de estos bosques. Este es el ecosistema que se encuentra más amenazado en la región a causa de la desertificación. Todavía podemos encontrarlo en microclimas cerca del Río Laja, en el Sabino de La Huerta o a los alrededores de la Presa Allende.


Bricho
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Ahora que entiendo las particularidades de los ecosistemas que me rodean siento un profundo respeto por este lugar, puedo imaginar la cantidad de años que pasaron para que esos sistemas y sus sofisticados procesos se adaptaran a condiciones cada vez más difíciles. También entendí la importancia de usar vegetación nativa, son plantas locales que participan en los procesos ecológicos para que la vida siga y que ahora, desafortunadamente, están siendo desplazadas por planchas de concreto o por extensiones de césped, sustituidas por viñedos, olivos y cipreses para simular estar en otra parte del mundo.


Ceiba
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Estamos en el bajío mexicano y aquí hay matorrales, bosques y selvas. Aquí hay nopales y garambullos; hay mezquite, palo dulce y huizache. Estas plantas me han enseñado sobre fortaleza y me han inspirado a aceptar la adversidad como parte de la vida, un periodo natural para el que debemos estar preparados. Ahora entiendo la belleza de este ecosistema que intenta sostener la vida sobre todas las cosas.


Palo blanco
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Pienso que las personas que llegamos aquí debemos esforzarnos por observar lo que nos rodea y entender el lugar en el que estamos, apreciar aquellas cosas que lo hacen único nos gusten o no. Si venimos a vivir la belleza de este lugar es importante preservarla y multiplicarla, contribuir a que San Miguel siga teniendo el carácter que nos ha cautivado y eso solo se consigue valorando y respetando lo que estaba aquí antes de nuestra llegada.


Ocotillo
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Floresta - Paisajismo Regenerativo

Somos Diana López y María Miranda, fundadoras del estudio Floresta. Desde hace cuatro años nos dedicamos al diseño y construcción de jardines y espacios exteriores en San Miguel de Allende, tenemos experiencia en proyectos de diversas escalas.

Nuestra especialidad es la creación de jardines de estilo naturalista con plantas nativas, la reforestación y la cosecha de agua. Nos apasiona crear espacios armónicos que conecten a las personas con la naturaleza y promuevan un entorno sostenible.

473-756-0960
florestalandscaping@gmail.com

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Diana López: Crecí cerca del Océano Pacífico y más adelante decidí estudiar arquitectura en la ciudad de Guanajuato. Me apasionan los temas relacionados al diseño, la ciudad, la cultura y la naturaleza. Me mudé a San Miguel de Allende en el 2019, lo considero un hogar que me ha permitido explorar mis intereses y compartirlos con los demás. Desde el 2020 me he dedicado a la observación de la naturaleza y al diseño de espacios que tengan la capacidad de conmovernos y que nos hagan sentir bien.

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