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“Esto no es Miami”: El realismo sucio de Fernanda Melchor


Melchor
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17 de noviembre de 2024

por Philip Gambone

La joven periodista y novelista Fernanda Melchor ha sido aclamada como una de las mejores escritoras mexicanas de su generación. Ha ganado el Premio PEN México a la Excelencia Literaria y Periodística, el Premio Internacional de Literatura, el Premio Anna Seghers y el Premio Ryszard Kapuścińki. La traducción al inglés de su novela Páradais fue preseleccionada para el Premio Times Book.

El “repertorio temático” de Melchor, escribe Mabel Moraña en Tres escritores mexicanos en el siglo XXI, incluye el declive social, el colapso de la familia tradicional, la marginalidad y la vulnerabilidad de la juventud. Su escritura es testimonio de una “cultura de la violencia que rebasa los parámetros de la condición humana, la civilización, el amor propio y el respeto a los demás”. El estilo de Melchor ha sido comparado con el barroco mexicano por su exuberante uso del lenguaje, la superabundancia de detalles y su interés por lo grotesco. Tiene, dice la escritora argentina Samanta Schweblin, “la voz de quien escribe con rabia y tiene la habilidad para lograrlo”.

Nacida en 1982 en Veracruz, Fernanda Melchor apareció en escena con su primer libro Aquí no es Miami, publicado en 2013. El libro, una recopilación de su periodismo literario, aborda sin rodeos el tejido social roto de su ciudad natal. Melchor conoce la disfunción de primera mano. De niña, se quedó sola con una madre que había desaparecido en el norte y un padre que “no dejó de echar fiesta desde entonces”. Tuve que “ponerme a trabajar para comer y terminar la carrera”.


Paseo marítimo de Veracruz
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En los relatos o crónicas del libro, Melchor intenta contar historias “de la forma más honesta que conozco posible”. La mayoría fueron escritas entre 2002 y 2011, la mayoría publicadas en la revista cultural online Replicante. Sus relatos están a caballo entre el periodismo y la ficción realista, aunque en esencia no son ni lo uno ni lo otro.

Todos estos relatos tienen lugar en Veracruz, el llamado Primer Puerto de México. Es, escribe, una ciudad caracterizada por la “ingobernabilidad”, la “corrupción a niveles altísimos”, y “la ley del machete”. En el centro de estos textos, los incidentes en sí no son tan importantes como “el efecto que esta tuvo en la sensibilidad de sus testigos”. Su intención es “siempre la de relatar una historia con la mayor cantidad posible de detalles y la menor de ruido”. Por ruido, entiendo que se refiere a sensacionalismo. Por el contrario, cuenta cada historia con franqueza. Un crítico ha llamado a su método “realismo sucio”.

La historia del título, ambientada a principios de los años noventa, se refiere a la oleada de avistamientos de ovnis que cautivó la imaginación de los mexicanos de la época. Resulta que la nave extraterrestre que Melchor vio sobre la Playa del Muerto era, en realidad, un avión pilotado por narcos que transportaban alijos de cocaína colombiana. De este modo, introduce uno de los temas principales del libro: lo que ella, en otro relato, llama “la irresistible fragancia de los negocios clandestinos” en Veracruz.


Prisión Ignacio Allende
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Uno de los aspectos más notables del libro es la asombrosa capacidad de Melchor, unida a una notable valentía, para entrevistar a tantos habitantes marginales de la demimonde veracruzana. Aunque se encuentra con mucha gente que desconfía de hablar con un reportero, y que piensa que los periodistas son en realidad “como zopilotes que nada más andan rondando la desgracia”, ha conseguido que mucha gente hable con ella.

Conocemos a El Ojón ("Ojo de bicho"), un jornalero o cuije, experto en robar largos filetes de bacalao noruego; a Paco, otro trabajador portuario, que ayuda a unos refugiados dominicanos que se esconden de la policía. Uno de ellos le dice a Paco: “Tú no sabes lo que es ver que están macheteando a tu papá, que están violando a tu mamá”. Y El Gordo, un músico, que ha escrito una balada sobre “el Quemado de Tatahuicapa”, un ladrón de ganado, violador y adicto a la marihuana, que fue linchado, torturado y quemado vivo por una turba de justicieros. “Lo hice porque estaba muy enojado de que esta persona había cometido otros delitos y seguido lo sacaban de la cárcel”, cuenta un poblador a Melchor.

La cabalgata de malhechores continúa: Pancho Pantera, un ladrón legendario, famoso por engañar a la mafia local; El Pollero, que sueña con convertirse en narco y salir de pobre; Lázaro Llinas, “el Rey de las Pastas”. Ha sido detenido varias veces, pero su dinero y sus conexiones entre las autoridades estatales y federales siempre le salvan el pellejo.

Otro matón es El Fito, con su colosal barriga marcada por la grasa, cicatrices de cuchilladas en relieve y una expresión matona y amenazadora, que trabaja para “la empresa”, raspando ladrillos de cocaína para venderlos en bolsas de dos gramos en tiendas de 24 horas. “Pobre del ‘maquilador’ al que le faltara un solo gramo: el ladrón recibía una tunda en las nalgas desnudas con un leño de 60 centímetros de largo, que se turnaban entre todos para no fatigarse”.

Está Ángel del Mal, un narcotraficante “autorizado”, que le dice a uno de sus compradores que la inmunidad frente a la policía está incluida en el precio de un gramo de cocaína. “Si se meten conmigo, les responden a aquellos y no son pendejos”. Y Evangelina Tejera Bosada, antigua Reina del Carnaval de Veracruz, que asesinó a sus dos hijos pequeños. La suya es una historia de crianza en un hogar donde la violencia verbal y física eran normales, donde predominaba el sentimiento de inutilidad. Es un mundo de esnifadores de cocaína, sectas “narcosatánicas” y sistemas fallidos de seguridad social y protección de la infancia en México. Es la historia, también, de una sociedad “profundamente conservadora, clasista y misógina”.


Evangelina Tejera Bosada
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Melchor también nos adentra en el “cochinero” que es la cárcel Ignacio Allende, alquilada por un rumoreado millón de dólares a Mel Gibson para una película que estaba rodando. En otro relato, nos cuenta que en las facultades de medicina no suele haber cadáveres femeninos “porque estos siempre terminan por ser rescatados de los anfiteatros por sus familias, lo que no siempre sucede con los varones”.

Un nombre que aparece con frecuencia en estos relatos es el de Los Zetas, uno de los cárteles de la droga más peligrosos de México, donde, incluso en prisión, suponen una amenaza mortal para el alcalde y los guardias. La policía conoce la ubicación de sus tienditas, pero nunca interfiere. “El mensaje es claro”, escribe Melchor: “que tus muchachos no se metan con los míos”.

En otra historia, narrada por una joven fiestera, nos llevan a una de las discotecas de lujo de Veracruz - “tan glamuroso que a veces sentías vergüenza de tener que poner la misma blusa dos veces”- donde, una noche, entra un grupo de hombres armados, arrastran a un joven a la calle y lo golpean hasta dejarlo sin sentido antes de llevárselo. “Todos huyeron en estampida. Ni siquiera alcanzaron a pagar la cuenta,” le cuenta el joven y trágicamente insípido informante de Melchor.


Aquí no es Miami
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No es un libro para pusilánimes. Abundan los detalles horripilantes: de tiroteos frente a iglesias y de encapuchados que decapitan a soplones; de pobres actores secundarios en el negocio del narco que “carga con la cruz de saber que en cualquier momento puede sucederles una desgracia”. Conocemos a los «chapulines», miembros de otros cárteles que trafican en las afueras de la ciudad y lo que los sicarios les hacen a ellos y a sus novias cuando los descubren.

Una de las piezas más impresionantes, la inédita “La vida no vale nada”, es un monólogo ficticio y sin párrafos de un antiguo estudiante de Derecho. Cuando se produce el crack financiero, se ve relegado a trabajar por quince pesos la hora en una cafetería, “viviendo a base de puro lechero y de los panqués que me robaba cuando el gerente de la sucursal se distraía”. Un día, uno de sus amigos les propone trabajar como coyotes, ayudantes legales no oficiales de personas necesitadas. Llegan a ser tan buenos en su trabajo -encontrando clientes y argumentando recursos ante el Ministerio Fiscal- que se les acerca un mafioso que quiere que los chicos trabajen para él. No voy a desvelar lo que ocurre, salvo para citar al pobre abogado, que despotrica contra “el Estado de derecho de mierda en el que vivimos, en donde una mentira tiene más posibilidades de convertirse en verdad jurídica que la misma verdad, y al final gana el que engorda más su mentira”. (En la década que ha transcurrido desde que Melchor escribió esta historia, la amarga queja del pobre abogado podría aplicarse igualmente a ciertos criminales de Estados Unidos, pensé).

El libro termina con otra viñeta tranquilamente estremecedora, la de una chica que yace en un hospital, herida en un tiroteo desde un coche. “El dolor aumenta durante la noche, cuando los medicamentos reducen su efecto y el silencio del hospital te recuerda que tu madre está muerta, que la mataron las mismas balas que te hirieron cuando viajaban en un taxi por la calle La Fragua, hace ocho días”.

Conocí el libro de Melchor gracias a un estudiante de posgrado que atendía el mostrador de la biblioteca que frecuento en Cambridge. “Si te interesan los escritores mexicanos”, me dijo, “¡tienes que leerla!”. Y tenía razón. Todos los libros de Melchor -y tengo la intención de leer (e informar) sobre más de ellos en futuros números de Lokkal-han sido magníficamente traducidos por Sophie Hughes, que fue preseleccionada para varios premios internacionales de traducción.

No lea este libro si quiere limitar su conocimiento de México a las vistas turísticas de postal. Pero si desea saber más sobre la complejidad cultural y social de México, Esto no es Miami puede ser un buen punto de partida.


Esto no es Miami
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Philip Gambone, un profesor de inglés jubilado de secundaria, también enseñó escritura creativa y expositiva en Harvard durante veintiocho años. Es el autor de seis libros, incluyendo Tan lejos como puedo decir: Encontrando a mi padre en la Segunda Guerra Mundial, que fue nombrado uno de los mejores libros de 2020 por el Boston Globe. Su nueva colección de cuentos, Zigzag, acaba de ser publicada por Rattling Good Yarn Press y está disponible en Amazon y en las librerías Aurora y Biblioteca.

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