por Margaret Failoni

Conocí a Yui hace ocho o nueve años, cuando un amigo, que normalmente no compraba arte, me informó emocionado que había comprado su primera obra. Estaba paseando por el patio del Instituto Allende de camino a la cafetería cuando vio un cuadro extraño expuesto en un espacio pop-up fuera del patio. Me rogó que fuera a ver la obra y le diera una opinión sobre la validez de su compra. Ni que decir tiene que me hizo gracia. El resto es historia.

La obra de Yui Sakamoto consiste en pinturas que construyen una presencia mística, haciendo referencia simultáneamente al pasado filosófico, religioso o místico, al tiempo que proponen un futuro casi de ciencia ficción. El encanto del surrealismo explora el complejo y escurridizo fenómeno del color y la percepción del tiempo y cómo ha cautivado a este joven artista.

Sakamoto analiza y metamorfosea la imaginería surrealista de Bruegel y El Bosco por sus meticulosas interpretaciones del pensamiento místico y/o filosófico de su época. A la vez que se nutre del pasado, Yui negocia con la memoria y la proyección, complicando la relación del espectador con el narrador y el modo en que una premisa diarística funciona en relación con la creencia y la duda. El contenido se genera a partir de una multiplicidad de fuentes, desde las referencias familiares hasta la historia del arte, desde el mundo natural hasta lo sobrenatural y la imagen reflejada.

Las imágenes y escenas retratadas no pretenden ser bromas inofensivas, sino metáforas ambiguas bien estudiadas del presente. Yui Sakamoto aborda la cuestión del posicionamiento personal en el marco de diversas influencias culturales con una ironía intencionada y consciente.

Yui Sakamoto nació en Nagasaki, Japón, y emigró a México con su familia cuando aún era adolescente. Estudió artes plásticas en Monterrey. Tras viajar por Europa visitando los museos más importantes del continente, el artista ha concentrado sus esfuerzos autodidactas en la Historia del Arte, con una fascinación particular por el mundo del Surrealismo, y una apropiación autoabsorbente del misticismo y la iconografía mexicanos tan frecuentes en México, su país de adopción.

Para Sakamoto, los detalles localizados desempeñan un papel crucial, representando los intentos de comprender el mundo desde la propia posición y prestar atención a lo que está fuera de la vista, no sólo en referencia a un contenido físico, sino también a un espacio social, un reflejo del detalle y la dimensión política; no para replicar la vida existente, sino para dirigir la atención a aspectos que a menudo se pasan por alto en el tejido social más amplio, y lo consigue; algo embriagador para alguien tan joven.

La pérdida de este joven talento es inimaginable y desgarradora para su familia, amigos y admiradores. Yui Sakamoto será recordada por su talento prodigioso, su risa contagiosa y las grandes obras de arte que nos deja como testimonio de su presencia demasiado breve.

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