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April 20, 2025
por José Luis Mendoza Aubert
Soy miembro de la comunidad artística de San Miguel de Allende desde hace más de 25 años, una tercera parte de mi experiencia en este fabuloso viaje llamado: vida. Toda mi vida he estado conectado de una manera u otra con las artes, en especial las interpretativas en nuestra comunidad, administrando, dirigiendo, ejerciendo y enseñando a muchas generaciones de niños y adolescentes que ahora son miembros activos de nuestra comunidad. Estoy muy orgulloso tanto de sus logros como personas, como sus aportaciones valiosísimas a nuestra sociedad.
Ayer me senté en el jardín principal, cosa que antes hacía con frecuencia y que desgraciadamente he postergado por muchas razones. No pude soportarlo mucho tiempo porque la horrible cacofonía producida por dos mariachis tocando sus furiosas melodías con menos de 5 metros de separación, esa disonancia agredió violentamente mi paz interior y me hizo realizar un viaje en mi mente al San Miguelito que conocí (y correr despavorido a otro lugar).
Recuerdo cuando primero conocí San Miguel, por allá de 1971, me enamoré de este mágico lugar, músicos tocando en las calles, pintores inmortalizando los bellos rincones y callejuelas, acróbatas, mimos, guiñol y títeres improvisados en la calle, poetas departiendo en cafés y bares, exposiciones de arte (arte real, vivo, vibrante, atrevido e innovador, no artesanía para turistas). Los domingos las inolvidables vueltas de los muchachos, en un sentido y las muchachas en sentido opuesto en el jardín. Gente de todas las comunidades a la redonda disfrutando un helado de “conito” mientras escuchaban a alguien cantar con su guitarra o reían con las ocurrencias de un mimo o payaso callejero (Risas arrancadas por el talento y el ingenio, no por el chiste sexual o burla directa).
Me pregunté: Que le pasó a este pueblito que rebosaba autentica exuberancia de múltiples manifestaciones de arte y cultura? Donde están todos esos extraordinarios y diversos músicos que aparecían en el rincón más inesperado, esos actores callejeros, esos poetas y pintores departiendo y compartiendo alegres sus trabajos? En donde está toda esa cultura escondida? Que tan necesario es el arte para una comunidad sana y no violenta?
Bueno, pues una vez más, trataré de estructurar mis ideas y pensamientos acerca del arte, la cultura, el individuo y la sociedad, así comparto con ustedes tanto mi investigación como mi muy personal punto de vista…
Las artes, en todas sus formas, son manifestaciones vivas del alma humana. A través de la música, el teatro, la danza, la poesía, la pintura o cualquier otra expresión artística, el ser humano tiene la posibilidad de conectar con lo más profundo de su ser, con lo intangible, con aquello que a menudo no puede ser expresado con palabras comunes. En especial, las artes interpretativas —por su naturaleza vivencial y colectiva— despiertan en nosotros una sensibilidad que nos eleva por encima del gris automatismo de la vida diaria y nos permite abordar temas sensibles, fuertes, o nos abre la puerta a la denuncia ciudadana.
El arte tiene el poder de sanarnos, de brindarnos consuelo, de cuestionarnos y al mismo tiempo de darnos esperanza. En contextos de adversidad o incertidumbre, es el arte el que ha sostenido a la humanidad. La creación y la interpretación nos permiten imaginar otros mundos posibles, más justos, más amables, más humanos. Por eso, decimos que el arte enaltece el espíritu: porque nos devuelve nuestra capacidad de “sentir” profundamente, de soñar, de crear belleza aun en medio del caos y la violencia o denunciar lo indenunciable.
Pero el arte no solo transforma al individuo. En el plano social, actúa como un agente de cohesión, de construcción de puentes. Las artes interpretativas, al requerir interacción y presencia, fomentan el diálogo, la escucha activa, el trabajo en equipo y la empatía. Cuando una comunidad crea arte en conjunto —en un taller de teatro, en un grupo de danza, en una comparsa en el desfile de “Los Locos” o en un grupo musical infantil— se fortalece la identidad colectiva, se refuerzan los lazos de solidaridad y se despierta un sentido de pertenencia.
En este sentido, el arte no es un adorno, sino un componente esencial del tejido social. Una comunidad sin arte es una comunidad más vulnerable al aislamiento, la violencia o la indiferencia. En cambio, donde el arte florece, florece también la participación ciudadana, el diálogo entre generaciones y culturas, la valoración de la diversidad.
El arte público y urbano cumple un rol vital: democratiza el acceso a la belleza y al pensamiento. Cuando una ciudad invierte en murales, esculturas comunitarias, festivales de calle o conciertos al aire libre, está enviando un mensaje claro: "Esto es de todos, esto es para todos". El arte en el espacio público tiene la capacidad de sanar territorios marcados por la desigualdad o el abandono, y de transformar muros grises en lienzos de expresión, denuncia, orgullo y/o identidad.
Además, el arte en comunidad genera ciudadanos más conscientes y amorosos. La educación artística desde edades tempranas cultiva la atención, la disciplina, la sensibilidad, el pensamiento crítico y la conexión emocional con los demás. Un niño que aprende a tocar un instrumento o a representar una escena teatral, no solo desarrolla habilidades técnicas, sino que también aprende a comunicarse, tanto consigo mismo cómo con sus semejantes, a trabajar en grupo y a confiar en sí mismo.
Por todo esto, fomentar el arte en nuestras comunidades no es solo una cuestión de desarrollo cultural, sino de desarrollo humano integral. El arte, como lenguaje universal, puede tender puentes donde hay divisiones, encender luces donde hay oscuridad y sembrar esperanza donde hay desesperanza.
Construir una sociedad más justa, más pacífica y más empática pasa, necesariamente, por reconocer al arte como un derecho, como una necesidad vital, como una fuente de transformación profunda. Porque donde hay arte, hay vida. Donde hay arte, hay comunidad. Y donde la comunidad se une a través del arte, nace un futuro lleno de posibilidades.
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Por todo lo anterior, me resulta profundamente contradictorio que, por un lado, las autoridades municipales de San Miguel de Allende presuman al mundo que esta ciudad es un referente cultural de México y del mundo —incluso comparándola con ciudades europeas muy culturales y de vanguardia— mientras que, por otro lado, prohíben y limitan las expresiones artísticas en el corazón mismo de la ciudad: el primer cuadro y el jardín principal. Esta política restrictiva no solo desconoce la historia viva de San Miguel, sino que responde a intereses ajenos al bienestar común de su comunidad artística y ciudadana.
San Miguel de Allende fue, es y debe seguir siendo un semillero de creatividad, sensibilidad y encuentro. No podemos permitir que se extinga la llama del arte auténtico, del arte libre y compartido que le dio sentido, alma y magia a esta ciudad.
Por ello, hacemos un llamado firme, respetuoso pero urgente, a las autoridades municipales: abramos nuevamente los espacios públicos a los artistas de San Miguel. Apoyemos de forma real y constante a quienes hacen del arte su camino, su vocación y su forma de contribuir a una sociedad más, libre, pacifica, inclusiva, en corto más humana. Permitamos que músicos, actores, poetas, bailarines, mimos, titiriteros, narradores y demás creadores vuelvan a llenar de vida nuestras plazas, jardines y calles.
No se trata de tolerar el arte, sino de fomentarlo. No se trata de controlarlo, sino de celebrarlo. Porque solo así, con arte vivo y accesible, construiremos una comunidad más unida, más alegre, pacífica y profundamente orgullosa de su identidad.
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José Luis Mendoza Aubert:
Actor, director y técnico teatral. Maestro y escritor de Teatro y Artes Plásticas. Fundador y director de la compañía y escuela de teatro la Comedia del Universo, funcionando en San Miguel durante los últimos 20 años. Musicólogo y cinéfilo, juez del Festival de cine En Corto ahora GIFF por 8 años. Director de Arte y Cultura de la Biblioteca Pública por 15 años. Miembro del Consejo de Directores del Sindicato Centro Cultural Comunitario.
José Luis da pláticas y talleres de conciencia del medio ambiente en escuelas y comunidades. Miembro fundador del Colectivo Allende la Cultura. Toca música Veracruzana y escribe poesía. Miembro fundador del grupo musical "Fusión Colonche 432"
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