Los cactus están siempre llenos de espinas. Pienso que las espinas son como sus pequeños brazos para atrapar el viento. Pero no son espinas para agredir, sino para defenderse. Los cactus sólo quieren que los dejemos en paz, sobreviviendo solitarios en el campo, en el desierto, en medio de las rocas. Buscan lo mínimo necesario para continuar su vida y no aspiran a nada más. Por eso son muy sabios.
Los cactus no quieren llamar nuestra atención, aunque al final lo hacen de manera involuntaria con sus caprichosas formas. Los hay pequeños y redondos y también muy altos y delgados. Algunos son planos y otros son esféricos. De vez en cuando se revisten de flores y nos recuerdan que están vivos. Pero en realidad nunca nos hablan ni nos voltean a ver. Creo que con frecuencia se ríen de nosotros, amontonados en el fondo del jardín.
Nuestra ciudad es lugar de cactus. Aparecen y están por todos lados. Nos gritan que estamos cerca del desierto, aunque pensemos que no lo estamos. Nos piden que cuidemos el agua, aunque nunca lo hagamos. Pero sobre todo engalanan a San Miguel. Sin ellos nuestra ciudad sería otra y quizás moriría de tristeza.
A veces me gustaría ser como un cactus. Impasible, temerario, orgulloso, construyendo mi mundo a pesar de todo, por encima de todo.
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Alberto Lenz es un artista radicado en San Miguel de Allende que se dedica a la escultura, pintura y arquitectura. Recientemente, también se dedica al diseño de joyería y textiles, bajo su marca XIDO-Estudio.
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