por Eva Neisser Echenberg

El 2 de julio, 1986, Carmen Quintana, una estudiante chilena de 18 años, salió temprano de su casa en el distrito de Los Nogales. Ella, su hermana mayor y unos amigos llevaban llantas y kerosene a la manifestación en contra del gobierno militar del General Pinochet. No muy lejos de su casa, se encontraron con unos soldados; todos corrieron y éstos solo interceptaron a Carmen y Rodrigo Rojas. Rodrigo, un joven chileno de 19 años, estaba de visita en Chile pues vivía en Washington, D.C. Él, su mamá y su hermano, habían pasado 10 años en Canadá y los Estados Unidos como exiliados.

Los soldados pararon e interrogaron a los dos jóvenes. Luego golpearon a Rodrigo, le hicieron preguntas a Carmen y finalmente, en un acto de brutalidad inhumana, les echaron gasolina y los incendiaron. La hermana de Carmen y su novio fueron testigos de los eventos. Los soldados los cargaron en un vehículo militar y los tiraron a una acequia a unos 20 kilómetros de distancia. Carmen sufrió quemaduras en el 65 por ciento del cuerpo, pero las de Rodrigo fueron aún peores y no sobrevivió al ataque. Después de cuatro días, murió.

La violencia contra estos dos jóvenes horrorizó al país y muchos chilenos se presentaron en el hospital para donar sangre. En aquellos años Chile estaba pasando por una época de gran represión y el gobierno militar trató de intimidar a la familia de Carmen y se arremetió en contra de ella. Primero llevaron a la cárcel por 24 horas a la hermana mayor de Carmen y su novio; luego amenazaron a los otros miembros de la familia. Los padres de Carmen vivieron unas semanas de terror, entre visitas al hospital y miedo de represalias contra sus otros cinco hijos.

En el hospital, Carmen seguía en un estado tan grave que no sabía que la violencia contra ella había comprometido a toda la familia. Mientras tanto, la prensa internacional hizo de ella y de Rodrigo casos célebres pues con ellos pudieron exponer al gobierno a críticas internacionales. Varios países propusieron el asilo político a la familia y los padres de Carmen tuvieron que tomar una serie de decisiones monumentales. Finalmente, decidieron salir de Chile no solamente por razones médicas, sino también para proteger a todos los miembros de la familia. Escogieron Canadá, pues éste fue el país que más ayuda les ofreció.

Carmen viajó de Santiago a Montreal en estado de coma, acompañada por su médico y su familia. Fue inmediatamente trasladada a la unidad de quemados del Hospital Hotel Dieu, sobrepasó los primeros días críticos y luego empezó a reponerse lentamente, pues tenía una gran fuerza interior y un fuerte deseo de vivir. Para poder ser una persona independiente, no solo soportó muchas operaciones y pasó muchísimas horas en fisioterapia, sino que también tuvo que volver a aprender las cosas más básicas: a sentarse, a caminar, a comer sola, a vestirse. Y por encima de los problemas físicos, Carmen tuvo que adaptarse a ser otra. Antes había sido una bella señorita de 18 años. Pocos meses después, su cara era una máscara que los médicos estaban reconstruyendo con cirugía plástica.

Una amiga periodista estaba escribiendo un artículo sobre Carmen y me pidió ayuda como traductora. He olvidado la gran mayoría de mis recuerdos de esa unidad de quemados del hospital con una sola excepción. Recuerdo haber visto el pie quemado de Carmen y pensar que, si su pie estaba tan desfigurado, no podía imaginarme el resto de su cuerpo. Mi amiga la entrevistó por segunda vez en un pequeño departamento del barrio de Saint Henri. En esa ocasión, Carmen casi no habló y su madre nos dijo que lo único que querían era volver a casa.

Diez meses después, todavía en plena etapa de recuperación, Carmen viajó a Chile por seis días para encontrarse con el Papa Juan Pablo II y demostrar la crueldad del régimen. Ella había llegado a ser un símbolo chileno, símbolo de la oposición a la dictadura. Después, en julio del año 1987, volvió para participar en el juicio contra los militares que la habían quemado.

Finalmente, en agosto del ´88 Carmen y su familia volvieron a Chile definitivamente. Ella todavía tenía problemas físicos y las operaciones continuaron en su país. Pero un año después de su llegada hubo elecciones democráticas en Chile y el gobierno cayó del poder.

En 1991, un tribunal militar declaró inocentes a los militares. Dijo que los dos jóvenes traían bombas molotov y que, dado a un accidente, explotaron.

Pero la historia de Carmen no terminó hasta el año 2015, veintinueve años después de ser quemada, cuando uno de los perpetradores finalmente rompió el "pacto de silencio" dentro del ejército. Los hombres que quemaron a Carmen y Rodrigo fueron juzgados y llevados ante la justicia. La familia demandó al gobierno y obtuvo una indemnización. Hoy el caso es tan famoso en Chile que simplemente se le conoce como el “Caso Quemados". Hoy Carmen tiene cincuenta y tantos años. Más que un símbolo, es madre y psicóloga profesional que vive en Valparaíso.

Carmen Quintana
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Eva Neisser Echenberg es una profesora, escritora y presentadora canadiense que pasa los inviernos en SMA. Nacida en Lima, ha vivido en Montreal desde hace muchos años. Además, ha escrito un libro de memorias, Walter's Welcome, the Intimate Story of a German-Jewish Family's Flight from the Nazis to Peru. En SMA, es voluntaria en el museo de arte popular La Esquina, donde ofrece visitas guiadas semanales en esta excepcional galería.

Eva escribe recursos culturales para la enseñanza del español y todos los textos publicados en Lokkal, con los ejercicios correspondientes, están disponibles en Teachers Pay Teachers bajo el nombre Miraflores Cultural Resources. Eva propone que aprender una lengua a través de su cultura facilita el aprendizaje:
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