por Veronica Genta

Cuando la vida te pone en un lugar incómodo, cuando te empuja fuera de tu zona de confort, es inevitable preguntarse: ¿Por qué me está sucediendo esto? ¿Y ahora qué hago?

La mayoría de los latinos de clase media y, desde luego, de clase baja, vivimos al día. Eso significa que lo que ganamos apenas alcanza para cubrir lo básico, y que rara vez queda algo para ahorrar. Vivimos en una constante rueda de esfuerzo y supervivencia, donde detenerse a reflexionar parece un lujo.

Trabajé durante diez años en una escuela Waldorf, una experiencia que me llevó a transitar por espacios muy profundos del ser humano a través de la filosofía antroposófica de Rudolf Steiner. Fue un camino de transformación y autoconocimiento que sembró en mí una mirada diferente sobre la vida y el dolor.

Desde muy pequeña, sentí que tenía respuestas profundas a las grandes preguntas de la existencia. Siempre tuve un corazón abierto, una capacidad magnética para escuchar a quienes necesitaban una oreja. Creo que esto se desarrolló como consecuencia de mi propia vivencia con la enfermedad. Desde los cuatro años convivo con dolores, el dolor de un problema congénita de la columna vertebral que me han acompañado toda la vida, y esa búsqueda de sentido frente al sufrimiento me permitió desarrollar una sensibilidad especial.

Desde la mirada de la astrología, llevo la herida de Quirón en mi ascendente, un destino del cual no pude escapar. La conciencia del dolor —tanto físico como emocional— me llegó muy temprano. Y con ella, también la conciencia espiritual, la pregunta por el para qué de ese dolor.

En mi adolescencia me operaron dos veces de la columna por el dolor. La segunda operación marcó un antes y un después. Me llenó de traumas, de imágenes tan fuertes que hoy, aún, me cuesta nombrar. Recuerdo que sentí cómo mi fe se rompía en mil pedazos. Rezaba con entrega, con devoción. No solo recé yo, también mi familia y quienes me rodeaban. Pero el milagro no llegaba. Y el dolor —en el cuerpo y en el alma— fue tan grande que un día, con rabia y lágrimas, rompí todas mis estampas, todas mis oraciones. Le reclamé a Dios, a Jesús y a todos sus santos. Me sentí profundamente engañada.

Desde que comprendí que ya no puedo seguir culpando a mis padres por lo que hicieron o dejaron en la crianza, empecé a buscar el perdón. ¿Pero qué es el perdón? ¿Y qué es la culpa? A veces siento que son como hermanos gemelos: para que exista uno, debe existir también el otro. Y es en esa tensión donde se empieza a abrir, lentamente, esa herida de mi infancia. Pero esta vez se abre desde otro lugar, desde una mirada distinta, aunque me recuerde que aún no está del todo resuelta. ¿Se resolverá alguna vez?

Hace dos años me acerqué el proceso de las Constelaciones Familiares, y desde entonces me sorprendo al ver cómo, poco a poco, todo comienza a ordenarse. Lentamente, sí, pero se acomoda. Es como ir desprendiéndose de formas que no eran propias, de roles heredados, de expectativas ajenas. Menos culpa, más aceptación. Más respeto por lo vivido, tal como fue.

Ya no espero un milagro. He comprendido que el verdadero milagro es la vida misma. Son nuestras experiencias, nuestras heridas, nuestros encuentros. Es soltar la necesidad de juzgar lo vivido como bueno o malo, correcto o incorrecto. Ya no me pregunto "¿y si hubiera hecho tal o cual cosa?". Lo que fue, fue. Y está bien así. Llata, como dicen los argentinos.

Hoy, desde otro lugar, comprendo que esos momentos de quiebre fueron también puertas. Puertas hacia adentro. Hacia mi alma. Porque cuando la vida incomoda, también invita. A veces, lo que parece una caída es, en realidad, una iniciación.

Y desde ese lugar profundo de transformación y reconciliación con la vida, quiero hacerte una invitación muy especial.

Te invito a un hermoso taller que se realizará en Casa Crisálida, a cargo de nuestro querido constelador y psicólogo Jorge Luis Mendoza. El taller lleva por título:

Mi historia en mi corazón

Un espacio práctico para observar tu árbol genealógico, reconocer patrones invisibles y abrir tu corazón a la sanación familiar.

Basado en los Órdenes del Amor de Bert Hellinger, este taller nos ofrece la oportunidad de mirar con otros ojos nuestra historia personal y familiar, reconociendo que sanar no siempre significa cambiar el pasado, sino aprender a habitarlo con más amor, comprensión y paz.

Si sentís el llamado, si hay algo en tu interior que quiere ser mirado, comprendido o soltado, este espacio puede ser el comienzo de algo profundo y verdadero.

Porque a veces, lo que más necesitamos no es que algo externo nos salve, sino darnos permiso para iniciar nuestro propio camino de sanación.

Te esperamos con el corazón abierto.

Crisálida quiere caminar a tú lado en este viaje de desarrollo constante, donde nos redescubrimos como seres con un potencial ilimitado. El arte, el movimiento y las texturas nos guían en este camino; llevándonos de la mano hacia el encuentro con nuestro destino y recordándonos que somos, en esencia, seres creativos.

Casa Crisálida es un espacio donde facilitamos una transformación profunda, donde cada uno de nosotros trae un propósito único y un regalo para compartir con la humanidad. A través del crecimiento de nuestras capacidades, podemos dar vida a lo nuevo y abrazar la verdadera libertad.

Pedagogía Curativa
Terapia Social
Lectura de Registros Akáshicos
Constelaciones Familiares
Lecturas (y Tallers) de Tarot Terapéutico

Contactarnos: veronicagenta@gmail.com  +52 415 117 8436  Instagram

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Veronica Genta, tarotista y astróloga, con una sólida formación en teatro, ha construido un profundo vínculo con la cultura mapuche de Chile, explorando su cosmovisión a través del arte textil, las plantas medicinales y las danzas tradicionales.

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