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8 de junio 2025
por Daniela Vargas León
Una crisis regional
¿Te imaginas abrir la llave y no obtener nada? ¿O pasar días sin bañarte porque simplemente no hay suficiente agua? Para miles de familias tanto en zonas rurales como urbanas del norte de Guanajuato, este es un reto cotidiano.
En la cuenca alta del Río Laja —que incluye San Miguel de Allende y otros seis municipios— tres cuartos de un millón de personas sufren constantemente de escasez , y gran parte del agua que llega contiene niveles preocupantes de arsénico y flúor. Estos contaminantes se han vinculado a problemas de salud como fluorosis dental y ósea, lesiones cutáneas, retrasos en el desarrollo infantil, enfermedad renal crónica y cáncer.
Una solución sencilla y rentable que a menudo se pasa por alto es la captación de agua de lluvia. En nuestro clima seco, las lluvias pueden parecer esporádicas —o incluso incómodas—, pero el agua de lluvia está libre de estos tóxicos y, con filtros simples para eliminar bacterias, ofrece una fuente confiable de agua limpia. Hoy, cada vez más comunidades descubren cómo convertir cada aguacero y cada tormenta en un suministro de agua seguro y fresco.
La escasez en Llano Verde
Celia y Alfredo viven en Llano Verde, una comunidad unida de apenas 17 familias a poco más de una hora al norte de San Miguel. Su única fuente de agua es un pozo compartido ubicado a varios kilómetros, que abastece también a varias pequeñas comunidades de la región. Con el nivel del acuífero bajando y la presión insuficiente, el agua rara vez llega a la única toma de agua comunal de Llano Verde. Como lo lamenta Alfredo, "El agua potable nos llegaba muy poco. Somos muchos en el pozo que estamos… y ¡No nos llegaba nada!"
Alfredo recuerda salir antes del amanecer en búsqueda de agua, "Yo me iba a las 6 a. m., me echaba dos o tres garrafones en la carretilla y ahí voy una hora en ir y venir. Entonces cuando me tocaba suerte de que no había nadie en el pozo, echaba dos viajes por la mañana. Uno, regresaba y le decía a mi señora: '¡Hay agua!'— la vaciabamos e ibamos por más."
Celia conoce bien esta rutina: viajar largas distancias solo para traer agua a casa. Desde niña aprendió a equilibrar dos recipientes con un palo sobre sus hombros. Ya adulta, ha aprendido a cargar un garrafón sobre la cabeza. Lo que empezó como una necesidad se convirtió en un modo de vida, imponiendo la mayor carga sobre mujeres y niños, así como sobre hombres quienes no pueden permitirse faltar al trabajo, pero que, aún así, deben hacerlo.
A pesar de las dificultades, las familias de Llano Verde encontraron formas de apoyarse: compartían el agua que les sobraba, coordinaban viajes al pozo y mantenían el ánimo con risas aún en los días más secos. Su resiliencia allanó el camino para una transformación silenciosa, que comenzó cuando empezaron a captar la lluvia.
Cosechando Esperanza
Durante la temporada de lluvias, Celia, Alfredo y sus vecinos se activan con el primer chispeo: colocan cubetas, charolas y todo recipiente disponible en los techos y patios para atrapar cada gota. Incluso después de la tormenta, filtran el agua de charcos para cocinar y beber: nada se desperdicia. Desde que instalaron un sistema de captación de agua a gran escala, esos largos recorridos y colecciones improvisadas son cosa del pasado; ahora basta con salir a llenar una jarra directamente de sus tanques.
Esta transformación fue realmente un esfuerzo comunitario. Los residentes de Llano Verde se unieron a Caminos de Agua y al grupo de base CUVAPAS (Comunidades Unidas por la Vida y el Agua) para diseñar y construir sistemas para las 17 familias. Tras recibir capacitación, Alfredo no solo la aprovechó para construir su propio sistema, sino que se volvió constructor local, ayudando a sus vecinos a instalar el suyo. Años después, su hijo se unió a Caminos de Agua para enseñar a estudiantes de preparatoria de San Miguel cómo construir estos mismos sistemas, ampliando el impacto más allá de Llano Verde.
Un Sueño Compartido
Al reflexionar, Celia y Alfredo esperan que cada familia en Llano Verde —y más allá— pueda disfrutar ese sencillo regalo de agua fresca en la puerta de su casa. En sus palabras:
"Me gustaría que cada quien tuviera su cisterna y que no batallaron, así como nosotros ahora, que salieran y de ahí mismo ¡A tomar!".
"Los que tienen [agua] les den a quienes no tienen . Si yo tengo, pues tú también. Aquí estamos, aquí tienen su pobre casa cuando gusten ¡Un vasito de agua de la cisterna, nos la vamos a tomar!."
La experiencia de Celia y Alfredo representa un desafío mucho mayor: más de 2,800 comunidades en nuestra cuenca del norte de Guanajuato aún carecen de agua potable confiable y segura. A medida que los acuíferos descienden y aumentan los riesgos de contaminación, miles de familias enfrentan incertidumbre diaria, sufren enfermedades prevenibles, pierden ingresos al dedicar tiempo a acarrear agua y se confrontan los lazos sociales al competir por cada gota.
Sé Parte de la Solución
Puedes ayudar a cambiar el rumbo de la crisis del agua, desde asegurar agua potable en tu hogar hasta ampliar la recolección de agua de lluvia y otras iniciativas en Llano Verde, San Miguel y otros lugares. Suscríbete a nuestro boletín informativo para descubrir cómo.
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En Caminos de Agua, creemos que todos merecen acceso a agua potable segura y saludable, y que las mejores soluciones surgen desde la base.
Durante los últimos 14 años, trabajando en más de 200 comunidades, nuestro equipo de organizadores locales, ingenieros y educadores se ha asociado con líderes de base para cocrear soluciones hídricas prácticas y asequibles, fáciles de mantener y diseñadas para durar, brindando seguridad hídrica a decenas de miles de personas.
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Daniela Vargas León se preocupa profundamente por generar un cambio positivo y un futuro más sostenible. Su trabajo en este sentido la ha llevado desde Yucatán hasta Cisjordania y las montañas de Nepal.
Originaria de Saltillo, una ciudad semidesértica del norte de México, Daniela pasó gran parte de su juventud acampando y haciendo senderismo en los bosques de la Sierra Madre. Después de muchos años viviendo en los trópicos ricos en agua de Yucatán, mudarse a Guanajuato y presenciar de primera mano la crisis hídrica de la región fue una poderosa llamada de atención.
Encargada del desarrollo en Caminos de Agua, reúne a personas e instituciones para apoyar soluciones impulsadas por la comunidad.
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