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Disfrute Pleno de los Sentidos
El Primer Poeta Realmente Moderno de México

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1 de junio 2025

por Philip Gambone

 
Tengo la juventud, la vida
inmortal de la Vida.
Junta, amiga mía, tu copa de oro
a mi copa de plata. Venza y ría
la juventud, suba los tonos
a la dulzura de la dulce lira.
 

Así escribió Carlos Pellicer, uno de los jóvenes escritores mexicanos modernistas que, entre 1928 y 1931, publicaron una influyente revista literaria, a la que llamaron Contemporáneos. El grupo era "aristocrático, bohemio, erudito, a veces decadente en sus refinamientos", escribe Stephen Tapscott en su excelente antología bilingüe, Poesía Latinoamericana del Siglo XX. Dado que su principal compromiso era estético, los Contemporáneos se opusieron a la "escritura de protesta social, a la ruidosa estética nacionalista, a las posturas machistas hispanas".

Pellicer fue, según Octavio Paz,"nuestro primer poeta realmente moderno". Al igual que los demás Contemporáneos, Pellicer se alejó de la obsesión de la generación anterior por la poesía simbolista francesa y, según Paz, "echa a volar sus primeras y memorables imágenes, con la alegría de aquel que regresa a su tierra con pájaros nunca vistos... Y todo con un aire de sencillez milagrosa".

Carlos Pellicer Cámara —su nombre mexicano completo— nació el 16 de enero de 1897 en el estado de Tabasco. A los once años, él y su familia se mudaron a la Ciudad de México. Pellicer estudió en la Escuela Nacional Preparatoria, donde cofundó una revista literaria y cultural. Después de la secundaria, viajó a Bogotá, representando a la Federación de Estudiantes Mexicanos, y posteriormente a Caracas, con la esperanza de organizar allí una federación similar. A su regreso a México en 1921, publicó su primer poemario, Colores en el mar. El libro tenía un formato peculiar: 77 páginas sueltas guardadas en un estuche de cartón. La forma en que se exhibía en los escaparates de las librerías —páginas esparcidas por el suelo junto a una escoba y unas pocas monedas equivalentes a su precio— revelaba algo del inconformismo y el humor juvenil de Pellicer.

Ese mismo año, Pellicer comenzó a trabajar como secretario de José Vasconcelos, quien se había convertido en el primer Secretario de Educación Pública de México. (Véase mi artículo (Véase mi artículo "El 'caudillo cultural' de México: José Vasconcelos" en Lokkal, 28 de julio de 2024). Durante su mandato, Vasconcelos organizó un viaje de escritores a Sudamérica e invitó al joven poeta a acompañarlo. En ese viaje, Pellicer conoció a varios de los poetas más distinguidos del continente, entre ellos Pablo Neruda. El viaje reafirmó su orgullo por Latinoamérica. También despertó su pasión por los viajes, que duraría toda la vida.

Durante la década de 1920, Pellicer viajó extensamente. Vagó sin un plan definido, explorando varios países de Europa y Oriente Próximo. En cada ciudad que visitó, escribió un poema, "un canto lírico de sus sensaciones", escribe uno de sus biógrafos, Álvaro Ruiz Abreu. Estos poemas celebraban "los colores del paisaje y del alma humana".

En uno de estos poemas, o Estudios, Pellicer escribió:

 
La sandía pintada de prisa
contaba siempre
los escandalosos amaneceres
de mi señora la aurora.
Las piñas saludaban el medio día.
Y la sed de grito amarillo
se endulzaba en doradas melodías.
 

Italia se convirtió en el país favorito de Pellicer. En una trinidad de ciudades —Venecia, Florencia y Asís— encontró tres etapas del conocimiento, dice Abreu: la sensual, la intelectual y la espiritual. "Consideró la tierra, la comida, el paisaje, la arquitectura y la pintura como un derroche de imaginación que el hombre del siglo XX debía conocer y asimilar para afianzarse a un mundo de cambios, oscilante. Vivir en territorio italiano era como volver al seno materno en busca de ternura, sabiduría y belleza absoluta".

Desde Roma, el 11 de junio de 1928, Pellicer escribió: "Lo que yo haya aprovechado artísticamente, en Europa, se lo debo a Italia… Italia me ha regalado un mundo que ya no sé que hacer con él, porque es demasiado intenso y yo también soy demasiado intenso. Italia es como una danza. Es una danza. Una danza maravillosa cuyo ritmo es inagotable e infinitamente variado. Es aquí donde yo he aprendido a bailar una especie de danza eterna que no se me olvidará jamás".

De vuelta en México, Pellicer se enfrentó a una situación política que no podía tolerar. Descubrió que no podía "server a un gobierno emanado de la traición y el asesinato,", como escribió en una carta a sus padres. Se unió al movimiento vasconcelista liberal, una asociación que lo llevó a prisión en 1930. Fue torturado y sometido a simulacros de ejecución varias veces, pero finalmente fue liberado. Hasta el final de sus días, consideró a Vasconcelos el maestro definitivo. "Es un hombre extraordinario cuya existencia dramática es de todas las almas de mi época la que más me apasiona".


Jose Vasconcelos, c.1920s
*

Toda la obra de Pellicer es "color, movimiento apasionado", escribió su amigo y colega poeta Jorge Cuesta en 1928. "Es inútil buscar en sus versos otra tendencia que no sea, exclusivamente, la del goce completo de los sentidos. Es, en una palabra, un poeta impresionista". Al mismo tiempo, Pellicer también encontró espacio en su poesía "para la melancolía, para llorar a los amigos muertos, rezar al lado de la madre, seguir la silenciosa música de callar un sentimiento, desesperar por la injusticia e ir por la provincia hipotecando puestas de sol para edificar la vida", como señala Felipe Garrido, compilador de una antología de poemas de Pellicer.

El poema "Domingo" de Pellicer transmite parte de su ardiente exuberancia vital, su conciencia del dolor de la vida y su sensibilidad religiosa.

 
La mesa es imponente
como un monumento a los héroes
de cualquier nacionalidad.

Reverencio al pescado,
brillante caballero medioeval.
Amo al cervatillo, tan fino
que ha muerto solamente de estar.
Sonrío a la naranja casi mondada.
Me entristece la torta acabada de violar.
Y frutas deslumbrantes dignas de corbatas
propias a un garden-party tropical.
Granadas delirantes. Manzanas vírgenes
--holandesas naturalmente—, y van
las miradas como rayos x,
penetrantes, inexorables, en paladeo augural
que hace brillar los labios y acidular los dientes
con un cierto apogeo magnífico y animal.

Y la divina poesía,
como en las bodas de Caná,
hechiza el agua y el vino vibra
en una larga copa de cristal.
 

"Es difícil definir su ideología política", escribe su sobrino Carlos Pellicer López. "Cultivó desde su juventud un solo odio: hacia el imperialismo norteamericano. Al trabajar para el Estado, ocupando puestos como Director del Departamento de Literatura (1941-1943), Director del Departamento de Educación Extraescolar y Estética (1943-1946) y finalmente Senador por su estado natal (1975-1976), su idea fue siempre servir a quienes lo necesitaban".

Uno de los poemas más queridos y ampliamente antologados de Pellicer es "Deseos", publicado en 1924, que dedicó a su colega poeta Salvador Novo. (Véase mi artículo "Un Proust que vivió en México: Salvador Novo" en Lokkal, 26 de enero de 2025):

 
Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
se llenará de sol.
En las tardes sutiles de otras tierras
pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.
Déjame un solo instante
dejar de ser grito y color.
Déjame un solo instante
cambiar de clima el corazón,
beber la penumbra de una cosa desierta,
inclinarme en silencio sobre un remoto balcón,
ahondarme en el manto de pliegues finos,
dispersarme en la orilla de una suave devoción,
acariciar dulcemente las cabelleras lacias
y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.
¡Oh, dejar de ser un solo instante
el Ayudante de Campo del sol!
¡Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color!
 

Pellicer era un cristiano ferviente. "Creo en Cristo como Dios y la única realidad importante en la historia del planeta. Todo lo demás—arte, ciencia, etcétera—es accesorio, secundario y anecdótico". Pero sobre todo, escribe su sobrino, "era un hombre que amaba sus sentidos y, confiando en ellos, supo encontrar la alegría de vivir". Como dijo el propio Pellicer: "Si algún día pudiera llegar a Dios, lo haría a través de mis sentidos".

Carlos Pellicer falleció el 16 de febrero de 1976. Fue enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres de la Ciudad de México. Su Poesía completa, en una elegante colección de tres volúmenes publicada en 1996 por la Universidad Nacional Autónoma de México, cuenta con unas 1500 páginas. Es una lástima que más poemas suyos, tan llenos de sensualidad y alegría de estar vivo, no hayan sido traducidos al inglés.

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Philip Gambone, un profesor de inglés jubilado de secundaria, también enseñó escritura creativa y expositiva en Harvard durante veintiocho años. Es el autor de seis libros, incluyendo Tan lejos como puedo decir: Encontrando a mi padre en la Segunda Guerra Mundial, que fue nombrado uno de los mejores libros de 2020 por el Boston Globe. Su nueva colección de cuentos, Zigzag está disponible en Amazon, Aurora Bookstore y en la librería Biblioteca.

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